Conmemoración al son de las trompetas y El gran día de expiación.

Los primeros panes.
21 febrero, 2008
Yom Kippur.
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Titulo: “Conmemoración al son de las trompetas” “El gran día de expiación”.

Autor: Fredi Winkler
  Nº: PE924

La quinta fiesta cae en otoño. Introduce las tres fiestas del otoño que, proféticamente, hacen alusión a los tiempos finales y simbolizan el comienzo del reino de Dios. Estos colosales acontecimientos futuros, los cuales esperan los hijos de Dios, permiten comprender un poco mejor el misterioso carácter de la fiesta.

 

 La sexta, es la más importante de las siete fiestas del Señor y tiene como introducción un tiempo de arrepentimiento y humillación para poder, al décimo día, presentarse purificado delante de Dios.

 


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Día de reposo, una conmemoración al son de trompetas.

Lo encontramos en Levítico 23:23-25.

 

  De las siete fiestas del Señor, la quinta es, probablemente, la más enigmática. Mientras que en las demás se explica el por qué y para qué, esto no ocurre en la quinta fiesta. Debe ser por eso que después de la destrucción del templo, este día pasó a ser Rosh-Hashana, lo cual significa fiesta de año nuevo, para así darle un significado.

 

  La quinta fiesta cae el primer día del séptimo mes, o sea en otoño. Introduce las tres fiestas del otoño que, proféticamente, hacen alusión de los tiempos finales y simbolizan el comienzo del reino de Dios. Estos colosales acontecimientos futuros, los cuales esperan los hijos de Dios, permiten comprender un poco mejor el misterioso carácter de la fiesta.

 

  ¿Cuál será el cumplimiento profético en los venideros acontecimientos finales? La mayoría de los intérpretes ven proféticamente, en esta quinta fiesta, el arrebatamiento de la Iglesia que, a su vez, también es un misterio que va a estar acompañado con trompeta, tal como Pablo lo dice en 1 Tesalonicenses 4: 16.

Yo, sin embargo, creo que la fiesta previa de Shavuoth (Pentecostés) que, proféticamente, presenta  el nacimiento de la Iglesia del nuevo pacto, también incluye su culminación, el arrebatamiento. En este contexto, se formula la pregunta de si realmente podemos y debemos hacer estas especulaciones. Yo considero que viendo el triple cumplimiento: 1. con la muerte de Jesús, 2. con su resurrección y 3. con el derramamiento del Espíritu Santo, de las proféticamente correspondientes fiestas de la antigua dispensación, somos exhortados directamente a prestar atención, especialmente ahora que nos estamos acercando cada vez más a los tiempos finales.

 

  ¿Pero cuál es el significado profético de este misterioso día de trompetas? Casi todos los profetas del Antiguo Testamento han profetizado este gran y terrible día del Señor (Jahwe), que según 2 Pedro 3:10 vendrá como ladrón en la noche, por ejemplo, Sofonías 1:14-16:“Cercano está el día grande de Jehová, cercano y muy próximo; es amarga la voz del día de Jehová; gritará allí el valiente. Día de ira aquel día, día de angustia y de aprieto, día de alboroto y de asolamiento, día de tiniebla y de oscuridad, día de nublado y de entenebrecimiento, día de trompeta y de algazara sobre las ciudades fortificadas, y sobre las altas torres''(Sof. 1:14-16, compárese también con Joel 2: 1-2).

 

  Es significativo que a este día tampoco se le denomina día de fiesta, sino día de conmemoración. No se anuncia ningún motivo de alegría o agradecimiento. Y éste es el argumento por el cual yo lo atribuyo al comienzo del tiempo final, al día del Señor. Aunque en Sof. 1:16 leemos:“… día de trompeta y de algazara…'', en el versículo 15, es denominado“día de tiniebla y de oscuridad.''También es de destacar que es la única fiesta que cae el primer día de un mes, o sea, en luna nueva, en el cual la noche es oscura. Por el contrario, el Pessaj y la fiesta de los Tabernáculos caen el día 15 del mes, o sea en luna llena. Este simbolismo, seguramente, también nos quiere decir que aquí no se trata de algo iluminado sino de algo oscuro. Por otro lado, esto también explica porqué este día fue anunciado con tan pocas palabras. El día del Señor no es un día de 24 horas, sino que representa los últimos siete años antes del regreso de Jesús. En la profecía, estos siete años, que despuntarán súbita e inesperadamente, ocupan un lugar tan esencial, que representan el tema propiamente dicho del Apocalipsis.

  Esto, pues, explica por qué la quinta fiesta“día de reposo, una conmemoración al son de trompetas''es la única que se anuncia con tan pocas palabras y sin comentarios.

 

 

El gran día de expiación

Levítico 23:26-32 ( véase también Levítico 16:1-34)

 

  La sexta, es la más importante de las siete fiestas del Señor y cae el día 10 del mes siete. También se le llama gran día sabático, en hebreo: Shabbat-Shabbaton.

  Este era el principal de todos los días en que se hacían sacrificios y el único día  en el año en el cual el sumo sacerdote podía ingresar al lugar santísimo, para reconciliarse a sí mismo y al pueblo con Dios. Aún después de la destrucción del templo y la finalización de los sacrificios, este día siguió siendo, hasta hoy, el más importante dentro del culto judío. Los nueve días entre la fiesta de las trompetas (Rosh Hashana) y el día de expiación son llamados “Yamim Noraim” o “días terribles”. Se trata de un tiempo de arrepentimiento y humillación para poder, al décimo día, presentarse purificado delante de Dios. Con el correr de los siglos, se han desarrollado, en relación a esto, tradiciones religiosas adicionales.

 

  Pero volvamos al templo, en el cual este día tan importante estaba en el centro de los servicios de sacrificios. La ceremonia podía ser realizada únicamente por el sumo sacerdote. Sólo él podía ingresar al lugar santo y, sobre todo, al lugar santísimo. Ingresaba allí con sahumerio y la sangre de un toro joven, para reconciliarse a sí mismo y a su casa con Dios. Con la sangre de un macho cabrío conseguía la expiación de todo el pueblo. Todo el desarrollo de la ceremonia estaba estrictamente prescrito. Según la tradición, el pueblo entero perseveraba durante toda la ceremonia en temerosa reverencia, fuera del lugar santo, hasta que el sumo sacerdote culminaba su servicio en el lugar santísimo, en la presencia de Dios, y volviendo a salir informaba al pueblo que había obtenido expiación por ellos delante de Dios. Diciendo esto pronunciaba el nombre de Dios, “Jahwé”, con profunda reverencia hacia Su santo nombre, todo el pueblo se inclinaba sobre su rostro ante Dios. Los judíos no pronuncian el nombre de Dios, “Jahwé”.

  Únicamente en este día especial, durante el transcurso de la ceremonia de Yom Kippur, el sumo sacerdote pronunciaba diez veces el nombre “Jahwé”. Cada vez que lo hacía, todo el pueblo se inclinaba reverentemente sobre su rostro. Todo el acontecimiento llevaba mucho tiempo y el pueblo debía esperar mucho hasta que el sumo sacerdote, al fin, volviera del lugar santísimo.

 

  ¿Qué significa proféticamente este día? En los capítulos 8, 9 y 10 de la carta a los Hebreos, se nos describe gráficamente de qué manera tenemos en Jesús, un sacrificio de expiación consumado, y cómo Él con Su propia sangre, ingresó como sumo sacerdote celestial, al célico lugar santo, para reconciliarnos con Dios. En Hebreos 9:24 dice:“Porque no entró Cristo en el santuario hecho de mano, figura del verdadero, sino en el cielo mismo para presentarse ahora por nosotros ante Dios.”

  A través de Su propia sangre, Jesús trajo redención eterna, dejando sin valor los sacrificios terrenos, los cuales al fin y al cabo sólo eran una sombra del consumado sacrificio de Jesús. Esta parte del Yom Kippur se ha cumplido a través de Jesús, pero el regreso del lugar santo celestial del Sumo Sacerdote verdadero, Jesucristo, aún está pendiente. Para quienes creemos en Jesús nos es claro que Su sacrificio fue agradable delante de Dios, y que a su debido tiempo regresará del lugar santo celestial para confirmar ante el mundo visible e invisible, que Su sacrificio ha sido aceptado por Dios, obteniendo así, expiación por los pecados de toda la humanidad. ¡Eso ocurrirá cuando regrese con gran poder y gloria como Rey de reyes y Señor de señores! Entonces, todos los que en Él esperan, doblarán sus rodillas ante Él para gloria de Dios Padre, tal como los israelitas que, cuando el sumo sacerdote volvía del lugar santísimo, se postraban en reverencia, sobre sus rostros, ante Dios.

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