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Autor: William MacDonald

Un cordón de oro recorre las Escrituras, una verdad que reaparece constantemente en el tejido de la Palabra. La verdad es ésta: Dios quiere lo primero y Dios quiere lo mejor. Él quiere el primer lugar en nuestras vidas y quiere lo mejor que tengamos para ofrecer.


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PE2228 – Estudio Bíblico
“Compromiso total” VI (3ª parte)



Hola amigos! Qué gusto estar nuevamente con ustedes! Como ya se dijo, el tema de hoy es: ¿QUÉ IMPIDE NUESTRO COMPROMISO?

La lógica del compromiso es ineludible. Piense otra vez en lo que el Dios encarnado hizo en la cruz:
Él murió como sustituto por ti y por mí.
Quitó el pecado por sacrificarse a Sí mismo.
Dios el Padre puso nuestros pecados sobre Su divino Hijo y Él pagó la pena.
Derramó Su sangre para comprarnos en el mercado del pecado.

Es imposible exagerar el hecho de que fue Dios encarnado, fue Quien murió allí para que nosotros podamos pasar la eternidad con Él en el cielo.

La muerte de nuestro Creador en el Calvario es única. Nunca antes había sucedido algo así, ni se volverá a repetir. Que Él estuviera dispuesto a morir por criaturas pecaminosas desafía la imaginación. Es demasiado atrevido para que el ser humano lo haya inventado, demasiado maravilloso para que la mente humana lo comprenda. Fue amor sin medida, gracia sin comparación, sacrificio sin límites.

La creación inanimada respondió a la magnitud de lo que estaba sucediendo. Tinieblas cubrieron la tierra. Las rocas se desintegraron. La tierra tembló. Las sepulturas se abrieron. El velo del templo se rasgó de arriba a abajo. Sólo un ser humano, pensando en voz alta, expresó la maravilla de lo sucedido. Fue el centurión romano, que dijo: “Verdaderamente era el Hijo de Dios.”

Comparado con el Calvario, cualquier otro evento se opaca en insignificancia. Todas las demás muertes fueron triviales. Todas las otras horas fueron irrelevantes. Y todo fue por ti y por mí.

¿Cuál debe ser Nuestra Respuesta Razonable?

Existe sólo una respuesta apropiada para esa lógica, expresada en las palabras de Thomas O. Chisholm:

Oh Jesús, amo y Señor,
Yo me entrego a Ti;
Porque Tú, en tu expiación,
Te diste a Ti mismo por mí.
No tengo ningún otro Señor,
Mi corazón será Tu trono.
Mi vida te doy, desde ahora para vivir,
Oh Cristo, sólo para Ti.

¿Por qué los cristianos no consagran completamente sus vidas a Cristo? Para decirlo francamente, es porque no pensamos correctamente. Nuestras mentes se han desvirtuado a causa de los temores y los engaños. Expongamos algunos de estos pensamientos a la luz.

El Temor a la Voluntad de Dios

Tenemos miedo de lo que Dios pueda demandar de nosotros. Un número sorprendente de cristianos asume que si ellos dijeran: “Toma mi vida”, Dios automáticamente respondería: “Ve al campo misionero”. Para ellos la voluntad de Dios es sinónimo de obra misionera en otro lugar. Piensan que ése es el único llamado que Dios tiene para los discípulos dedicados. Sus mentes evocan visiones de serpientes, pantanos, escorpiones, arañas, humedad sofocante.

Este temor produce un punto de vista escaso y deshonroso de la inventiva de nuestro Señor. Primeramente, Él está lejos de ser limitado, es más, tiene una infinita variedad de planes para las personas entregadas. Él es un Dios de creatividad ilimitada o como alguien dijo una vez: “”de maravillosa imaginación”. Él “nos deleita con su increíble variedad”.

Este temor también pasa por alto el hecho de que Dios no se ocupa de arrastrar reclutas reticentes. Sus soldados son voluntarios. Pablo nos recuerda en Filipenses 2:13 que Él pone en nosotros tanto el querer como el hacer por su buena voluntad. En otras palabras, es Él quien pone el deseo en nuestros corazones, y luego nos da la habilidad para llevarlo adelante. Esto significa que cuando un hombre o una mujer caminan en la voluntad de Dios, en realidad están haciendo lo que Él más quiere que hagan. Para él es el cumplimiento de un sueño.

Otro temor es: El Temor a lo que Dios Pueda Tomar

Algunos de nosotros tenemos miedo de que Dios nos robe algo que atesoramos. ¿Cuándo aprenderemos que Él no vino a robar, matar, o destruir? Él no aparece como un ladrón. Él viene para dar abundantemente. Él no se queda con las cosas buenas de quienes caminan en rectitud (como en Salmos 84:11).

Él toma sólo aquellas cosas que podrían ser perjudiciales para nuestro bienestar temporal y eterno. Por ejemplo, nos libera de la culpa, la pena y el poder del pecado. Él nos libera de este mundo malvado y de la ira que ha de venir. Por estas benditas sustracciones deberíamos estar eternamente agradecidos.

No tiene sentido que tengamos miedo a la voluntad de Dios. Su voluntad siempre es “buena, agradable y perfecta.” Temerle es tener temor de una bendición.

Otro temor es: El Temor a las Negaciones de Dios

También tenemos temor de que el Señor nos niegue algo bueno. Para muchos jóvenes, el matrimonio está primero en la lista. Sí, ellos dicen que quieren la voluntad de Dios pero hay una añadidura. Primero quieren tener la certeza de un compañero. Primero está el altar matrimonial, y sólo después está el altar del sacrificio.

Albergar esa reserva no es un compromiso total. Significa que la voluntad de Dios debe sujetarse a mi voluntad, al menos en esta área. El sacrificio vivo está incompleto.

De todas maneras, el matrimonio es la voluntad de Dios para la mayor parte de la humanidad. Esto es claro puesto que la mayoría de nosotros viene de una larga ascendencia de personas casadas. Pero que el matrimonio sea una condición para el compromiso completo es una equivocación. Negociar con Dios muestra que la voluntad de la persona no está sujeta a la Suya. Y es jugar con dinamita. La obsesión por un esposo puede hacerse tan fuerte que una joven puede llegar a lanzarse a un matrimonio que podría condenarla a no alcanzar jamás la voluntad perfecta de Dios. El Señor le dará su deseo pero enviará mortandad a su alma (como dice Salmos 106:15). Eso también sucede con los jóvenes varones, que buscan primero que nada la belleza externa, antes que carácter espiritual en su futura esposa.

Si Dios llamara a una vida de soltería, Él daría no sólo la gracia sino también el contentamiento. Le permite a los cristianos darse a sí mismos para el servicio de Cristo sin distracciones. Garantiza una movilidad que no tendrían de otra manera. Los libera de muchas preocupaciones de esta vida. La soltería es mejor que la miseria marital.

Para la mayoría de la gente, la soltería no será la opción de Dios. Pero la decisión final se debería dejar a Él. Su voluntad es la que importa. ¿Por qué escoger caprichosamente un esposo o esposa fuera de la voluntad de Dios cuando Él bien puede darnos algo mejor de Su elección? “Los que quieren casarse en la peor manera posible, generalmente lo hacen.”

Un temor más: El Temor a Perder Independencia

También está el temor de que la voluntad de Dios choque con los planes que tenemos de una carrera, una casa en la zona bonita de la ciudad, y de uno o dos autos en su versión más lujosa. Con demasiada frecuencia, lo que en realidad queremos es usar nuestros mejores años en ganarnos la vida, y luego entregamos nuestros años de jubilación al Señor. Francamente, Él no los quiere. No quiere el final apagado de una vida ya gastada. ¿Puedes culparlo?

También está: El Temor a lo Desconocido

Algunas personas sufren del temor a lo desconocido. No tienen la fe de Abraham. Cuando Dios lo llamó, él salió, sin saber a dónde se dirigía. Escogió caminar en la oscuridad con Dios, en lugar de caminar sólo en la luz.

Y, por último, por hoy, está: El Temor a Perder Seguridad

Otros tienen miedo de que al seguir al Señor eso les signifique perder la seguridad financiera. “Quizá no tenga medios visibles de sustento. Quizá tenga que depender de las donaciones de otros. Quizá necesite asistencia social”. Debemos aprender que Dios es nuestra única seguridad verdadera, y que provee con liberalidad para lo que Él ordena.

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