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Autor: William MacDonald

La consagración recibe su mayor prueba en el fuego de la adversidad!


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PE2216 – Estudio Bíblico
Compromiso total III (2ª parte)



¡Qué gusto estar nuevamente con ustedes, estimados amigos!
Continuamos hoy con ejemplos de consagración. En el programa anterior habíamos hablado de Rut.

La otra mujer que le dio su nombre a un libro bíblico es Ester. Probablemente no hubiésemos escuchado de ella si se hubiera excusado cuando se enfrentó al tema de la rendición total.

Fue una maravillosa conjugación de circunstancias las que causaron que el rey de Persia la eligiera como reina. El público pensó que fue por su belleza. Las mentes más sabias sabían que era su Dios. El tiempo era perfecto. Ella estaba en el poder cuando su primo, Mardoqueo, expuso una conspiración contra la vida del rey. Ella estaba en el poder cuando Amán el homicida casi logra mandar colgar a Mardoqueo, y cuando ese mismo villano antisemita logró hacer firmar un decreto inalterable para liquidar a todos los judíos en el reino.

Ahora la luz se enfoca sobre Ester. ¿Iría ante el rey para rogar por las vidas de su pueblo (incluyendo la suya)? Había dos problemas. Acercarse al impredecible monarca, excepto cuando levantaba su cetro dorado, significaba una muerte segura. La probabilidad de que mostrara gracia en ese momento en particular se veía disminuida por el hecho de que él y Ester no habían tenido relaciones maritales por un mes.

Para animar su decisión, Mardoqueo le envió el mensaje de que si ella no actuaba, no podría escapar más que cualquier otro judío. Él tenía la certeza de que Dios restauraría a los judíos de alguna manera, pero ella se perdería la bendición de ser su libertadora. Para finalizar, concluyó su súplica con estas palabras inmortales: “¡…quién sabe si no has venido al reino para un momento como éste!”

Eso era todo lo que Ester necesitaba. Llamó a los judíos de la ciudadela a ayunar por tres días. Luego prometió ir ante el rey, agregando: “…y si perezco, que perezca.” Ella dejó a un lado su vida. Eso es compromiso. Si no hubiera tomado esa decisión, hoy no estaríamos leyendo sobre su vida.

Y valió la pena. El rey le mostró su gracia. Ella pudo exponer a Amán y su conspiración contra su pueblo. Se escribió un nuevo e inalterable decreto que les permitió a los judíos defenderse. Los enemigos sufrieron una gran derrota, y Mardoqueo fue promovido hasta ser el segundo después del rey.

La consagración recibe su mayor prueba en el fuego de la adversidad.

Consideremos ahora a otra persona. Sin duda usted puede pensar todavía en más ejemplos de compromiso en el Antiguo Testamento. Caleb seguramente tenga su mención de honor. Cuando tenía ochenta y cinco años, no estaba satisfecho con las hazañas pasadas sino quería anotarse nuevas victorias para el Señor. Así que le pidió permiso a Josué para sacar a los anaceos de Hebrón. “Dame este monte” son palabras notables para un soldado de ochenta y cinco años que podría haber estado apagándose solo en la oscuridad. Su compromiso se conmemora en estas palabras: “Había seguido cumplidamente a Jehová, Dios de Israel.” ¡Qué tributo!

Veamos a Jonatán
Jonatán era el supuesto heredero del trono de Israel. Cuando su padre Saúl murió, él sería coronado rey. Pero Jonatán amaba a David, y tenía el discernimiento espiritual para reconocer que David había sido designado para ser rey por Dios. Como señal de que había renunciado a su propio derecho al trono, le entregó su túnica a David. Más tarde, cuando estuvieron juntos por última vez, Jonatán le dijo a David, sin pelos en la lengua: “Serás rey sobre Israel.”

Merrill Unger escribió respecto del carácter de Jonatán:

Su característica más notable era su devoción ardiente y desinteresada por sus amigos, la cual lo guio a renunciar a sus esperanzas al trono, y hasta exponerse a la muerte por causa de aquéllos que amaba. A pesar de que su afecto por su padre era rechazado por éste, debido a su enfermedad mental, tomó la decisión de permanecer junto a él incluso en su declive, y “tampoco en su muerte fueron separados.”1

El hecho de que Jonatán no haya acompañado a David en su exilio no debería permitirnos oscurecer su grandeza de corazón, su íntegra lealtad y su compromiso desinteresado.

Otros ejemplos son: Los Fieles Seguidores de David

Cuando David fue rey, tenía algunos hombres que tenían una apasionada devoción por él. Uno de ellos era Amasai, jefe de los capitanes, y quien vino a él en Siclag. No sabemos mucho de él. De hecho, se menciona sólo en un versículo (1 Cr. 12:18). Mas es recordado por su juramento de compromiso con el rey:

“Por ti, oh David, y contigo, oh hijo de Isaí. Paz, paz contigo, y paz con tus ayudadores, pues también tu Dios te ayuda.”

Itai era otro soldado que había sido vendido al rey. Era gentil, y no era común que un gentil fuera leal a un monarca judío. Pero cuando David huyó de Jerusalén como resultado de la traición de Absalón, el rey intentó disuadir a Itai para que no lo acompañara en su exilio. Pero la demostración de lealtad hacia David es memorable. Así leemos en 2 S. 15:21:

“Vive Dios, y vive mi señor el rey, que o para muerte o para vida, donde mi señor el rey estuviere, allí estará también tu siervo”.

Después estaban los otros tres valientes soldados que estuvieron con David en la cueva de Adulam. En ese momento el rey era un marginado y un exiliado. Un día, pensando en su juventud en Belén y en lo bien que vendría un poco de agua de ese pozo, suspiró con la nostalgia de poder beberla. Ninguna otra agua en el mundo era como ésa. Cuando los tres valientes lo escucharon, esto captó su atención instantáneamente y se dijeron: “Tus deseos son órdenes, señor.” Para poder llegar a Belén, tuvieron que atravesar las líneas enemigas; pero no les importó su propia seguridad. Se ubicaron gozosamente en el camino del dolor. Todo lo que les importaba era agradar a su líder. Valía la pena perder sus vidas para llevarle un vaso de agua.

David se sintió tan complacido cuando volvieron que, en lugar de beberla, la roció para el Señor, diciendo: “Lejos sea de mí, oh Jehová, que yo haga esto. ¿He de beber yo la sangre de los varones que fueron con peligro de su vida?”

Si David se sintió tan conmovido por la dedicación de estos hombres, ¿cuánto más lo estará “el más grande de los Hijos de David” cuando encuentre este tipo de compromiso en Sus seguidores? Nuestro Señor está sediento de las almas de las personas en Europa, África, Asia, América del norte y del sur. Cuando sus fieles misioneros y sus sustentadores ganan a los perdidos para Él, Él ve su labor y se siente satisfecho.

Un ejemplo más es de: Urías

Urías es otro hombre que debe ser mencionado. Como Itai, era un gentil y un soldado en el ejército de David. La esposa de Urías, Betsabé, fue con la que David cometió adulterio. Cuando ella quedó embarazada, el rey temió la vergüenza pública, así que llamó a Urías de donde estaba, en el frente de batalla, y fingiendo generosidad le dio un tiempo de descanso y rehabilitación. Él asumió que Urías tendría relaciones conyugales con su esposa y entonces pensarían que él era el padre del niño. Urías no tuvo en cuenta la hipocresía del rey, sino que su fidelidad frustró las maquinaciones de David para cubrir su pecado. Escuche la dedicación de Urías, que leemos en 2 S. 11:11:

“El arca e Israel y Judá están bajo tiendas, y mi señor Joab, y los siervos de mi señor, en el campo; ¿y había yo de entrar en mi casa para comer y beber, y a dormir con mi mujer? Por vida tuya, y por vida de tu alma, que yo no haré tal cosa”.

Frustrado con su plan, el rey hizo probablemente lo más bajo en toda su carrera. Dio instrucciones para que ubicaran a Urías en lo más duro de la batalla contra los amonitas. Allí los israelitas retrocederían, dejando al soldado real para una muerte segura. Y eso fue lo que sucedió. Fue una despreciable traición. Al menos en este caso, David no fue digno del compromiso de un hombre como Urías. Eso es algo que no puede ser dicho de nuestro Señor.

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