Caminando sobre la cuerda floja – 2 de 2

Salmo 143 – No te preocupes; Dios lo sabe
11 noviembre, 2008
Nro. 296
13 noviembre, 2008
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Título: Caminando sobre la cuerda floja (parte 2)

Autor: Samuel Rindlisbacher
PE1332

La vida de un cristiano renacido se parece a caminar haciendo equilibrio sobre la cuerda floja. Un hijo de Dios no se puede ir ni para la derecha ni para la izquierda, sino que tiene que concentrarse para mantener el equilibrio. El autor de este mensaje, quisiera meditar contigo acerca de este equilibrio, que es absolutamente vital para tu vida de fe.


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Estimado amigo, hoy queremos entrar más a fondo en el tema de la “Libertad”.

Para la Iglesia de Jesús, tiene validez el siguiente principio:„…porque el fin de la ley es Cristo, para justicia a todo aquel que cree”(Ro. 10:4). Los creyentes del Nuevo Pacto ya no están bajo la Ley, sino que disfrutan de la libertad en Cristo según Juan 8:36:„Así que, si el Hijo os libertare, seréis verdaderamente libres”.La libertad es el gran lema del Nuevo Testamento: ¡libres de la Ley, libres de la esclavitud del pecado, libres para servir a Dios de la manera correcta! Sin embargo, la Biblia nos advierte que no llevemos una vida pecaminosa con la excusa de la libertad:„…como libres, pero no como los que tienen la libertad como pretexto para hacer lo malo, sino como siervos de Dios”(1Pe. 2:16).

Pablo encuadra la libertad en Cristo con un marco que tú no deberías traspasar. Ese marco es el amor:Porque vosotros, hermanos, a libertad fuisteis llamados; solamente que no uséis la libertad como ocasión para la carne, sino servíos por amor los unos a los otros. Porque toda la ley en esta sola palabra se cumple: Amarás a tu prójimo como a ti mismo”(Gál. 5:13-14). El mismo Señor Jesús dijo:Un mandamiento nuevo os doy: Que os améis unos a otros; como yo os he amado, que también os améis unos a otros”(Jn. 13:34). El amor marca los límites.

Pero con la palabra “amor” no me refiero a la palabra “eros”, que se ha convertido en algo muy barato en nuestros días, sino que:“El amor es sufrido, es benigno; el amor no tiene envidia, el amor no es jactancioso, no se envanece; no hace nada indebido, no busca lo suyo, no se irrita, no guarda rencor; no se goza de la injusticia, mas se goza de la verdad. Todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta”(1 Co. 13:4-7).

Un cristiano renacido que se atiene a este marco, sabe exactamente dónde están los límites. Debe ser así en todos los aspectos de la vida: el pensamiento, las relaciones sociales, el trato con el cónyugue y con los hijos, el planeamiento del tiempo libre, etc. La Biblia dice al respecto:“Pero cuando venga el Espíritu de verdad, él os guiará a toda la verdad; porque no hablará por su propia cuenta, sino que hablará todo lo que oyere, y os hará saber las cosas que habrán de venir”(Jn. 16:13). Por lo tanto, no tendrías que preguntarte si puedes o no hacer esto o aquello, sino más bien: “¿Realmente me dejo guiar por el Espíritu de Dios?” El Espíritu de Dios nunca rompe el marco del amor. Y tampoco te aconsejará cosas contrarias a la Palabra de Dios.

Si aprendes a vivir en el marco de la libertad de Cristo, se cumplirá para ti el Salmo 34:5:“Los que miraron a él fueron alumbrados, y sus rostros no fueron avergonzados.”

Moisés cubrió su rostro después de recibir la Ley. Hizo esto como símbolo de que la gloria de la Ley desaparecería (comp. 2 Co. 3:9-13). La Ley hacía esclavos a los hombres. Tenía que dar lugar a algo mejor, es decir, al Evangelio, que lleva a la libertad:“Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, éstos son hijos de Dios. Pues no habéis recibido el espíritu de esclavitud para estar otra vez en temor, sino que habéis recibido el espíritu de adopción, por el cual clamamos: ¡Abba, Padre! El Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu, de que somos hijos de Dios”(Ro. 8:14-16).

Libertad divina

La libertad solamente puede funcionar si se respeta el derecho del prójimo. Si no, el resultado será violencia y anarquía. Pablo explica cómo puedes practicar tu libertad en Cristo en la vida diaria:“…así como Cristo amó a la iglesia, y se entregó a sí mismo por ella, para santificarla, habiéndola purificado en el lavamiento del agua por la palabra, a fin de presentársela a sí mismo, una iglesia gloriosa, que no tuviese mancha ni arruga ni cosa semejante, sino que fuese santa y sin mancha”(Ef. 5:25-27).

Tu relación con Jesucristo debería ser parecida a la de dos personas que se casan por amor:“Por esto dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y los dos serán una sola carne. Grande es este misterio; mas yo digo esto respecto de Cristo y de la iglesia”(Ef. 5:31-32).

 

Las reglas de la libertad

1. Dejar

Dos personas que se aman profundamente, solamente tienen un deseo: dejar pronto la casa paterna. El uno quisiera estar con el otro, que tanto significa para él. El amor mueve montañas. ¿No dejarías incluso tu patria por el amor que sientes hacia una persona? Hubo casos en que por amor se renunció al trono y se repudió una herencia. Sin embargo, el amor nunca es una obligación. Si alguien ama verdaderamente, el dejar no es obligación, sino un profundo deseo del corazón.

Como cristiano tendrías que preguntarte frecuentemente, si realmente amas a Jesús de esta manera. Pues si lo haces, ya no será ningún problema dejar los hábitos pecaminosos, los amigos o lugares que incitan al pecado. ¿Tiene Jesús el primer lugar en tu vida?

 

2. Unirse

Los enamorados tienen un gran problema: Casi no se pueden soltar el uno al otro. Mi esposa y yo, muchas veces vamos a dar un paseo de nochecita. Hace poco vimos una joven pareja. Estaban tan enamorados que eran totalmente inconcientes de los que los rodeaba. Solamente tenían ojos el uno para el otro. ¿Tú también estás concentrado en Jesús de esta manera?

Cuando me comprometí con mi esposa, ella me escribió muchas cartas. Algunas tenían hasta 12 páginas. ¿Tú también sientes tanto amor por Jesús?

Cuando estuvimos de visita en la casa de unos amigos, el hijo de nuestros anfitriones se despidió diciendo: “Voy a dar un paseo con mi novia.” Después de más de una hora y media todavía no habían regresado. ¿Tú también amas así a Jesús?

El que se aferra a Jesucristo, no puede aferrarse al mismo tiempo al mundo:“Ninguno puede servir a dos señores; porque o aborrecerá al uno y amará al otro, o estimará al uno y menospreciará al otro”(Mt. 6:24).

3. Ser una carne

La meta de un matrimonio es la unión, la entrega mutua del uno al otro. ¿Tú también entregas tu vida a Jesucristo?

Cuando dos personas se entregan mutuamente, de esto puede nacer el fruto de una nueva vida. Lo mismo pasa en la comunión con Jesucristo. Si Le das tu amor y te unes a Él, se produce el fruto espiritual. Pablo escribe acerca de este fruto:„Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza; contra tales cosas no hay ley”(Gál. 5:22-23).

El amor y la libertad son como hermanos siameses, se han unido inseparablemente. Es una ley divina fundamental: La condición para un amor que se ofrece, es la libertad de decisión. El verdadero amor solamente crece donde no se ejerce presión. El amor no se puede obligar, solamente hay que esperar, sin exigir. Pero si ese amor es correspondido, experimentarás lo que dice este pasaje:“Las muchas aguas no podrán apagar el amor, ni lo ahogarán los ríos. Si diese el hombre todos los bienes de su casa por este amor, de cierto lo menospreciarían”(Cnt. 8:7).

¿Amas realmente a Jesús y estás dispuesto a renunciar a todo para aferrarte a Él? Dale tú mismo, personalmente, la respuesta a tu Señor.

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