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Calificaciones extraordinarias
(2ª parte)

Autor: Wolfgang Bühne

En 2 Re. 18:5 al 8 nos da la impresión que Dios le da una calificación especial al rey Ezequías, le da un diploma con respecto a toda la obra de su vida: su confianza en Dios, su consagración y su obediencia. Esa confianza de Ezequías no se basó en su propia fuerza, sabiduría o espiritualidad, sino únicamente en las palabras y promesas de Dios.

 


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PE2050 – Estudio Bíblico
Calificaciones extraordinarias (2ª parte)



¡Qué tal, amigos! ¿Cómo están? Repasemos, entonces, con respecto a Ezequías, cuál era: La fuente de su fuerza.

„Y Jehová estaba con él; y adondequiera que salía, prosperaba.”

La obediencia a Dios tendrá siempre como consecuencia la comunión con Él. Y esta comunión, a su vez, es la fuente de nuestra fuerza y bendición para todas las situaciones y tareas en el servicio para el Señor. Uno de los más bellos ejemplos de esta experiencia, seguramente es José. En Gn. 39:2, leemos de cuando él era esclavo en la casa de Potifar:

“… Jehová estaba con José, y fue varón próspero”.

Y esta comunión con Dios la experimentó José también poco tiempo más tarde, tras haber sido encarcelado siendo totalmente inocente. A los ojos de los otros prisioneros seguramente era un hombre perseguido por la mala suerte, porque había originado la rabia de una mujer ofendida y malvada, por haberse él mantenido fiel. Pero, leemos en Gn. 39:21 al 23:

“… Jehová estaba con José y le extendió su misericordia… Jehová estaba con José, y lo que él hacía, Jehová lo prosperaba”.

De David también leemos algo parecido en varios pasajes de primera y segunda Samuel. Y en el Salmo 16:8, confesó de sí mismo:

“A Jehová he puesto siempre delante de mí: Porque está a mi diestra no seré conmovido.”

Cuando el pastor Wilhelm Busch fue arrestado por la Gestapo, después de una conferencia en 1937, había unas 2.000 personas alrededor del coche que había de llevarlo a la cárcel. ¡Qué situación aquella! El coche de policía no arrancaba por todo el volumen de gente que estaba allí. Mientras el chofer intentaba en vano arrancar, y los hombres de la SS dentro del coche se ponían cada vez más nerviosos, de pronto alguien entonó el himno: “Si Dios es por mí, no importa que todo lo demás esté contra mí…”, a lo cual la muchedumbre empezó a cantar poderosamente con él, allí mismo frente a la entrada del local donde se reunía la iglesia. Después se hizo un gran silencio y sólo se oían los esfuerzos frustrados por arrancar el coche de los nazis. Entonces, alguien se puso en la escalera y recitó en alta voz una estrofa de otro himno: “¡Sabemos de fijo que vencerá el Hijo! Cristo vence, Cristo vence …” El hombre inmediatamente desapareció otra vez entre la muchedumbre y entonces, por fin, arrancó el motor y el coche salió a tropezones. Recordando esta escena, Wilhelm Busch escribió:

“Yo estaba tan lleno de gozo de victoria que no pude contenerme y le dije al comisario: ‘¡No quisiera cambiar de lugar con usted!’ – Entonces, se estremeció y me contestó impactado: ‘En otro tiempo, yo también asistía a una reunión de estudio bíblico en la escuela superior.’ ‘¡Pobre hombre!’, le dije yo, el arrestado, a aquel que tenía poder sobre mí. Y, entonces, marchamos para la cárcel.”

De esta manera, se puede ser una persona libre y llena del gozo de la victoria, aun siendo un prisionero, porque la comunión con el Señor y Su ayuda en tales situaciones, dan una paz y un gozo que dejan triunfar al corazón por encima de todas las circunstancias opresivas.

Henri Rossier dice: “La fidelidad va acompañada de la benevolencia de Dios y de la prosperidad espiritual”.

Hablemos ahora de la: Indignación “santa” de Ezequías

Acerca de esto, leemos lo siguiente: “Se rebeló contra el rey de Asiria, y no le sirvió. Hirió también a los filisteos hasta Gaza y sus términos, desde las torres de las atalayas hasta la ciudad fortalecida.”

Ezequías en esto se distingue claramente de su padre Acaz. En 2 Re. 16:5-9 leemos cómo los asirios se preparaban para la lucha contra Jerusalén. A pesar de que Isaías mandó a Acaz a no temer este ataque, prometiendo la derrota de los asirios, Acaz decidió buscar ayuda y apoyo en los asirios, por lo cual se vio obligado a pagar tributo. Es sumamente vergonzoso ver con qué palabras el rey del pueblo de Dios se somete a Asiria, que en aquel entonces era una potencia mundial:

“Entonces Acaz envió embajadores a Tiglat-pileser rey de Asiria, diciendo: Yo soy tu siervo y tu hijo; sube, y defiéndeme de mano del rey de Siria…” (así leemos en 2 Re. 16:7).

Las alianzas con el mundo en todos los tiempos han perjudicado al pueblo de Dios, y siempre llevan a la pobreza espiritual y a la servidumbre. En aquel entonces, Acaz sacó todo el oro y la plata del templo y de su propia casa, para comprar el favor y la cooperación de los asirios. Esta alianza contraria a la voluntad de Dios no solo cargó al pueblo de Dios en su tiempo, sino que puso también una pesada carga sobre la siguiente generación. Aquí vemos que las transacciones y las alianzas censurables en la vida y en el servicio de los líderes del pueblo de Dios, pueden causar daños duraderos y llevar a los creyentes a la servidumbre, a la dependencia y a los caminos torcidos, a menudo durante largos períodos.

Ezequías, al contrario, “se rebeló” contra el rey de Asiria. Una “ira santa” se apoderaba de él, cada vez que pensaba que las fuerzas y los valores materiales que debían estar a disposición del Señor, eran pagados como tributo a una potencia enemiga. Ezequías era un siervo de Dios, y no estaba dispuesto a tolerar ni un día más el dominio de Asiria, aun sabiendo que eso desafiaría y provocaría a la potencia mundial de aquel tiempo. En esta actitud decidida de Ezequías, vemos también la confianza en su Dios. La gloria de Dios le era más importante, que las aparentes ventajas que conllevaba el ser el vasallo de los asirios.

“¡Y no le sirvió!” – esta negación decidida y clara debería ser la característica de todo creyente sincero. Ezequías comprendió y puso por obra lo que muchos siglos después escribiera Santiago:
“Cualquiera, pues, que quiera ser amigo del mundo, se constituye enemigo de Dios”.

También vemos que Ezequías estuvo: Luchando contra las sanguijuelas espirituales.

Otra consecuencia de su determinación se ve en el hecho de que derrotó a los filisteos, quienes se habían instalado y extendido al sur de Judá durante el gobierno de su padre. Mientras los asirios son una figura del mundo enemigo, que quiere que paguemos tributo, los filisteos representan más bien los peligros de una “mente terrenal”, que en todos los tiempos trata de colarse y establecerse en el pueblo de Dios. “Los filisteos” quieren centrar nuestros intereses en las cosas pasajeras. También tratan de socavar e interrumpir nuestra entrega total al Señor, lo cual destruirá nuestro gozo en el Señor y nos robará la bendición.

A menudo, son cosas que no son pecado y que, a primera vista, no parecen peligrosas, sino aficiones o pasatiempos aparentemente inofensivos, que se convierten en un peligro cuando nos roban el interés, el tiempo y la fuerza, y nos impiden gozarnos en nuestro Señor y Su palabra, y en los tesoros espirituales que permanecen para siempre.

John Piper lo expresó así:

“Debemos pedir a Dios” sin cesar “que nuestros ojos sean abiertos a lo insuficiente de los placeres de este mundo, incluso de los inocentes. Debemos suplicar que las papilas gustativas de nuestra alma estén siempre anhelantes de la belleza de Cristo.”

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