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Caleb

Su Reconocimiento

Autor: Esteban Beitze

En medio de la noche oscura de la incredulidad, desazón y cobardía, aparece una luz que ilumina el camino, que da confianza y seguridad. Es un hombre que, en medio de la oposición y grandes retos, demostró ser un líder íntegro, capaz y perseverante. Ese hombre fue Caleb. Hoy, como nunca antes, la mies del Señor requiere de creyentes y, sobre todo, de líderes firmes, íntegros, que sirvan de ejemplo para otros. Caleb lo fue, tú también lo podrás ser. ¿Estarás dispuesto a ser usado por Dios?


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 PE1465 – Estudio Bíblico – Caleb – Su reconocimiento.mp3


 


¿Cómo están amigos? Es un verdadero placer estar nuevamente con ustedes. Como ya se anunció, el tema de hoy es: Caleb – Su Reconocimiento.

Y con relación a Caleb comenzaremos hablando, en primer lugar, de: La confirmación de Dios

En su última arenga al pueblo, que podemos leer en el capítulo 14 del libro de Números, Caleb y su compañero Josué, una vez más, dan testimonio de la veracidad de las palabras de Dios con referencia a la calidad de la tierra prometida: “… es tierra en gran manera buena”, dicen. Ellos cuentan con la ayuda de Dios para conquistarla, por eso continúan diciendo: “… él nos llevará a esta tierra, y nos la entregará…” Y, luego, terminan advirtiendo: “No seáis rebeldes contra Jehová…” El pueblo, al escuchar estas cosas, se levantó para apedrearlos. Y justamente en ese momento tan crítico, Dios mismo intervino a su favor. Leemos en Números 14:10: “… Pero la gloria de Jehová se mostró en el tabernáculo de reunión a todos los hijos de Israel”. El momento tuvo que haber sido impactante. El griterío de bronca dejó lugar a un silencio sepulcral. Sólo se podían escuchar caer las piedras de las manos que habían estado listas para quitar la vida a los siervos de Dios. Los rostros llenos de ira se dieron vuelta, con asombro, frente a la gloria del Señor que se manifestó en el tabernáculo de reunión.

Frente al pueblo entero, Caleb y Josué recibieron una abierta confirmación de parte de Dios. Era como si señalara a estos dos hombres fieles, diciendo: “Yo los apoyo”. La presencia de Dios en todo su esplendor estuvo allí.

Caleb y Josué buscaban siempre la honra y la gloria de Dios. Su motivación y actuar eran correctos, por lo que también estaban seguros de Su apoyo. Por eso, se manifestó la gloria de Dios.

Es interesante observar un poco en qué momentos aparecía la gloria de Dios. Apareció, por ejemplo, al llamar a Moisés para que subiera al monte a recibir el diseño del tabernáculo. También apareció cuando lo terminaron. En los últimos 2 capítulos de Exodo, cuando se describe la culminación de la elaboración de todos los objetos del tabernáculo, una frase se repite 18 veces. El pueblo de Israel hizo todo “como Jehová había mandado a Moisés”. La consecuencia fue que: “… una nube cubrió el tabernáculo de reunión, y la gloria de Jehová llenó el tabernáculo”.

Luego, apareció cuando se inauguró el ministerio sacerdotal. Moisés había dicho: “Esto es lo que mandó Jehová; hacedlo, y la gloria de Jehová se os aparecerá”. Y al obedecer, leemos en Levítico, capítulo 9, que “la gloria de Jehová se apareció a todo el pueblo”. ¡No podía ser de otra forma! Cuando existe obediencia absoluta a la voluntad de Dios, la presencia del Señor está allí en toda su plenitud.

Cuando Salomón buscó la honra y la gloria del Señor haciéndole un templo, sucedió lo mismo, así lo dice 1 Reyes 8, y 2 Crónicas 7: “… la gloria de Jehová había llenado la casa de Jehová”. La presencia de Dios está allí cuando el creyente busca la honra y gloria del Señor.

El profeta Isaías hace un anuncio al pueblo de Judá, para cuando esté en la esclavitud babilónica: “Voz que clama en el desierto: Preparad camino a Jehová; enderezad calzada en la soledad a nuestro Dios. Todo valle sea alzado, y bájese todo monte y collado; y lo torcido se enderece, y lo áspero se allane. Y se manifestará la gloria de Jehová, y toda carne juntamente la verá; porque la boca de Jehová ha hablado”. Isaías, en el capítulo 40 de su libro, exhorta al pueblo de Israel a quitar los obstáculos para que la presencia de Dios estuviera con ellos, por medio del arrepentimiento de sus pecados. Este pasaje, más tarde, se iba a aplicar a Juan el Bautista, el cual iría delante del Señor preparándole el camino.

Este concepto de preparar el camino para un monarca, tenía su origen en una costumbre de los reyes orientales de enviar heraldos antes de su llegada para preparar a la gente, quitar los obstáculos del camino, enderezar las sendas torcidas y aplanar lo más posible el camino, para que el viaje resultara cómodo y placentero.

Estuve presente en el momento de la llegada de los reyes de España a Montevideo, Uruguay. Fue un momento muy importante para el país. Se arreglaron y limpiaron todas las calles por donde iban a pasar, se limpiaron muy bien los edificios que iban a visitar, además de pintarlos y adornarlos con banderas y flores. Hasta pintaron de blanco los cordones de las veredas. El día de la llegada, también quitaron todos los autos estacionados a lo largo del recorrido. Luego, policías, a pie y en moto, iban abriéndoles el paso por las calles. Fueron semanas de preparativos y mucha gente dedicada a esta tarea. ¡Todo esto se hizo por la presencia, por un par de horas solamente, de unos reyes terrenales!

Ahora, este concepto también lo tenemos que aplicar a nuestra vida. Después de encontrarnos en Su amor y perdón, Dios quiere llevarnos a una experiencia más profunda. Él no sólo quiere hacer morada en nosotros, sino que nos quiere llenar de Su gloriosa presencia: “Y se manifestará la gloria de Jehová…” (leemos en Is.40:5). Éste es el clímax en la experiencia del creyente y la más alta posibilidad de bendición aquí en la tierra, pero para ello tenemos que preparar el camino. La promesa incluye la venida de la gloria de Dios con todas sus bendiciones. Pero para que esto se haga realidad, lo torcido tiene que ser enderezado y lo áspero suavizado. Las piedras de tropiezo tienen que ser quitadas del paso, y así, luego, la luz – la gloria de Dios – inundará nuestras vidas.

Muchos buscan la presencia del Señor en cultos emotivos, pero si sus vidas no están en orden, será algo emocional y, por lo tanto, muy pasajero. Salen de la reunión y todo el efecto ya pasó. Entonces, ¿cómo hacer para que la presencia del Señor permanezca en tu vida en toda su plenitud? Tienes que obedecer a lo que Dios le dijo a Su pueblo por medio del profeta.

Quizás ahora la voz de tu conciencia te esté susurrando al oído: “En este lugar falta la luz de la gloria de Cristo”. Entonces, te tienes que preguntar: ¿hay lugares sumergidos en mi vida que tienen que ser elevados al más alto nivel de comunión y bendición? Quizás hasta ahora no te involucraste en la obra del Señor. Dios te está llamando, pero pones excusas. ¿Habrá lugares torcidos en tu vida que deben ser enderezados? ¿Existen lugares ásperos en tu carácter que tienen que ser suavizados? ¿Hay pecado en tu corazón que no ha sido confesado y limpiado? ¿Hay luchas o tirantez con algún hermano en la fe? ¿Habrá alguna cosa prohibida en tus relaciones con hombres o mujeres? ¿Quizás hayas descuidado el altar familiar, el estudio personal y colectivo de la Palabra de Dios, y la oración en secreto?

Si escuchas ahora la voz del Espíritu señalándote algo que tienes que arreglar, hazlo sin demora, para que la gloria de Dios llene tu vida. Dios te quiere elevar a un plano tal, que todo lo que has conocido de Su gracia y bendición hasta ahora te parecerá como la luz de la luna frente a la gloria del sol. ¿No quieres preparar el camino?

Ahora bien, una persona que tiene la presencia del Señor en plenitud es percibida enseguida por los que la rodean. La verdadera plenitud de la presencia de Dios no se muestra por la manifestación de dones espirituales, sino por una vida que refleja a Cristo. Los corintios tenían mucha manifestación de dones, sin embargo era la iglesia más carnal de la cual nos habla la Biblia, permitiendo, inclusive, los pecados más aberrantes.

Cuando Moisés volvió del monte, luego de estar cuarenta días en la presencia del Señor, su rostro brillaba. Recuerdo una vez, cuando era un niño, que llegando a mi casa me crucé con un hermano que había estado en la oficina de la misión. Él ni se dio cuenta de mi presencia, pero me impactó profundamente el brillo en su rostro y en su mirada. Cuando llegué a casa, se lo comenté a mi madre. Y ella dijo algo que me hizo pensar mucho: “¿Por qué crees que no te pasa lo mismo?”.

En el pasaje de Isaías, hemos leído: “Y se manifestará la gloria de Jehová, y toda carne juntamente la verá…”. Creo que queda claro que cuando nuestra comunión con el Señor está en su plenitud y obedecemos Su Palabra en todo, entonces Su presencia se manifiesta en nosotros y también por medio de nosotros. Los que están a nuestro alrededor son atraídos, impactados y bendecidos. ¿Es ésta tu realidad?

Dios premió a Sus siervos con Su presencia gloriosa. Dios mismo se puso de su lado frente a la multitud enfurecida. Además, sus nombres quedaron impresos en el Libro de los libros como ejemplos preciosos de personas consagradas a Dios. Inclusive, muchos padres han llamado a sus hijos con estos nombres, inspirados en sus ejemplos. En Números 13 son nombrados los doce elegidos para espiar la tierra, pero en el resto de la Biblia sólo se vuelve a nombrar a Caleb y a Josué. Dios se pone del lado de los que le son fieles.

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