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Caleb

Su Excelencia y Trayectoria

(3ª parte)

Autor: Esteban Beitze

En medio de la noche oscura de la incredulidad, desazón y cobardía, aparece una luz que ilumina el camino, que da confianza y seguridad. Es un hombre que, en medio de la oposición y grandes retos, demostró ser un líder íntegro, capaz y perseverante. Ese hombre fue Caleb. Hoy, como nunca antes, la mies del Señor requiere de creyentes y, sobre todo, de líderes firmes, íntegros, que sirvan de ejemplo para otros. Caleb lo fue, tú también lo podrás ser. ¿Estarás dispuesto a ser usado por Dios?


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PE1478 – Estudio Bíblico – Caleb – Su Excelencia y Trayectoria


 


Qué tal amigos ¿cómo están? Vamos a repasar lo ya estudiado. La segunda cosa que no decayó en la vida de Caleb:

Su Fe

Caleb mantuvo la fe que le había caracterizado 45 años atrás. Esto no es normal. Uno quizás piense que habiendo llegado a cierto nivel de fe, esto ya se trasforma en un estado permanente. No es así. La misma historia del pueblo de Israel lo confirma. A veces se puede estar firme, pero caer en el próximo momento. En Éxodo 15 podemos leer un cántico maravilloso de confianza y victoria sobre el enemigo. El pueblo de Israel apenas había cruzado el Mar Rojo. Las aguas se habían abierto mostrándoles un camino.

Ellos pasaron a salvo y luego todos sus enemigos quedaron sepultados en esas mismas aguas. A continuación, Moisés y el pueblo entonaron un maravilloso cántico de liberación y adoración a Dios. Enaltecieron el poder de Dios y vieron a los moradores de Canaán acobardados y estuvieron listos para conquistar la tierra. Pero si uno continúa leyendo en Números 14, sucede justamente lo contrario. En vez de canto hay lloro; en lugar de reconocer el poder de Dios, sólo ven el poder de los gigantes; en vez que los cananitas se acobarden, lo hacen ellos. Entre uno y otro evento sólo hay 2 años de diferencia. ¡Qué cambio tan radical se nota en el pueblo! Por esta incredulidad, al final no pudieron entrar a la tierra (como podemos constatar en Hb.3:19). Fueron liberados por la poderosa mano de Dios de la esclavitud egipcia, pero les faltó la fe necesaria para apropiarse de la victoria en el Señor y tomar posesión de la tierra.

Ésta es la triste realidad de muchos creyentes. Aceptan a Cristo como el Salvador de sus vidas y el perdón de sus pecados. Pero cuanto se trata de aplicar la victoria del Señor al enfrentar tentaciones, de soportar pruebas o enfrentar retos, fracasan rotundamente. Se fijan en sí mismos o en las circunstancias en vez de confiar en el Señor. Les falta dar un paso más de fe. Esto traerá como consecuencia una vida de desértico deambular sin reposo, sin hallar nunca el lugar que Dios quería para ellos.

Existen tantos cristianos que una vez cantaron de gozo por la victoria dada por el Señor y que, de repente, los vemos derrotados al borde del camino. Un día se encuentran exultantes, y a veces al siguiente ya completamente deprimidos y frustrados. Evidentemente, su estado de ánimo se maneja de acuerdo a las circunstancias. La fe, la confianza en Dios es la única que nos puede mantener firmes a pesar de todo lo que nos pueda rodear. Pero esta fe crece de acuerdo al lugar que nosotros le demos a la Palabra de Dios en nuestras vidas porque como dice la Nueva Versión Internacional en Ro. 10:17“la fe viene como resultado de oír el mensaje, y el mensaje que se oye, es la palabra de Cristo”.La fe nace por el mensaje de Cristo que escuchamos, y cuanto más lugar le demos a la Palabra de Dios en nuestra vida, tanto más crecerá nuestra fe. Esta verdad la he experimentado en mi vida y la he visto en la de muchos otros. Si el hombre introduce a Dios en todas sus decisiones, los razonamientos de incredulidad se desplomarán como un castillo de naipes.

Justamente esto es lo que podemos observar en la vida de Caleb. Él mantuvo su fe intacta, a pesar de tantos años de vagar por el desierto por culpa de una generación incrédula. La mantuvo a pesar de sólo ver muerte e incredulidad a su alrededor durante 38 largos años. Él sabía de la promesa de Dios y vio con sus propios ojos la veracidad de lo dicho por Dios acerca de la tierra. Teniendo presente al Dios que lo salvó de Egipto y Su promesa respecto a la posesión de la tierra, su fe no menguó a pesar del paso de los años y de las circunstancias adversas. De la misma forma como su ancestro Abraham“tampoco dudó, por incredulidad, de la promesa de Dios, sino que se fortaleció en fe, dando gloria a Dios, plenamente convencido de que era también poderoso para hacer todo lo que había prometido”(así leemos en Ro. 4:20 y 21).

Es una triste realidad que no siempre estamos velando. No miramos constantemente a Jesús. ¡Cuán poderosamente nos atrae la seducción de Egipto, símbolo del mundo! Una y otra vez nos dejamos arrastrar a cosas que dejamos en el pasado. Cuántas veces nos hemos dejado desanimar cuando se trataba de pelear la buena batalla por el Señor. Cuántas veces nos desalentamos y tuvimos deseos de unirnos al grupo de aquellos que constantemente se quejan de la dificultad de la vida cristiana. Tenemos que humillarnos delante del Señor reconociendo nuestras fallas. Miremos hacia atrás para recordar de dónde nos rescató el Señor con mano poderosa, y pongamos nuestra mirada en la meta que Él mismo nos ha prometido. ¡Nuestra heredad no es nada menos que el cielo mismo y heredaremos junto a Jesucristo! Y mientras tanto, acordémonos que Jesucristo prometió estar con nosotros todos los días hasta el fin.

Que al llegar a la edad madura en nuestra vida no nos conformemos con las victorias del Señor del pasado, sino procuremos estar preparados para seguir enfrentando al enemigo y conquistar su territorio.

Y llegamos así al tercer punto de lo que no decayó en la vida de Caleb, que es:

Fidelidad que no decae

En el libro de Josué en el capítulo 14, encontramos un triple testimonio: el personal, el de Moisés y el de Dios mismo. Caleb pudo decir:“pero yo cumplí siguiendo a Jehová mi Dios”(así lo dice en Jos.14:8). Aunque prácticamente todos le dieran la espalda a Dios, desconfiaran de Su promesa y aunque tuviera a todos en su contra, seguía siendo fiel a Dios.

Pero esto no es sólo un testimonio de labios para fuera, hecho por él mismo. No, porque en el vers. 9 Moisés mismo da testimonio diciendo:“por cuanto cumpliste siguiendo a Jehová mi Dios”,al igual que en el vers. 14 Dios mismo lo da, diciendo:“había seguido cumplidamente a Jehová Dios de Israel”.¡Qué testimonio! ¿Se puede decir lo mismo de tu vida? No es tanto una cuestión que uno mismo tenga este concepto de sí mismo. En ese caso, y para ser objetivos, tenemos que ver cuál es el testimonio de otros acerca de nuestro ministerio, pero por sobre todas las cosas, ¿qué es lo que Dios piensa de nosotros? Dios mismo da testimonio de Caleb:“…decidió ir en pos de mí…”Deberíamos tener el testimonio que tuvo él o el que tenía el joven líder Samuel, como leemos en 1 Sam. 2:26:“Y el joven Samuel iba creciendo, y era acepto delante de Dios y delante de los hombres”.Y poco más tarde se dice de él:“Y Samuel creció, y Jehová estaba con él, y no dejó caer a tierra ninguna de sus palabras. Y todo Israel, desde Dan hasta Beerseba, conoció que Samuel era fiel profeta de Jehová”.

Por el año 150 de nuestra era, en los albores de la extensión del cristianismo por la Galia, los creyentes eran duramente perseguidos. Eran encarcelados y acusados injustamente de las mayores perversiones. La prisión en Lyon era tan terrible que muchos murieron por el hacinamiento y el calor que tuvieron que soportar. Al predicador de 92 años lo obligaron a sentarse en una silla de hierro bajo la cual encendieron un fuego. Para el día de fiesta en honor al emperador, presentaron un espectáculo en el cual los cristianos eran torturados y asesinados. A uno le colocaron planchas de hierro ardiente por todo el cuerpo. Cansados porque todos se mantenían firmes en la fe, los llevaron como ganado a la muerte en la arena del anfiteatro. Entre ellos se encontraba una adolescente llamada Blandina, que trabajaba como sirvienta en la casa de una familia cristiana.

Ya había sido sometida a las peores crueldades, pero no había cedido a pesar de su debilidad. Atada a una cruz en medio de la arena oraba, cantaba y animaba a los demás a permanecer fieles al Señor a pesar del sufrimiento. Al fin largaron animales salvajes para que la devoraran. Estos la rodearon mientras ella oraba a Dios. Para sorpresa de todos, estos animales se echaron alrededor de ella y no le hicieron daño. Al fin se cansaron y la volvieron a su calabozo. Pero día tras día la sacaban para ver sufrir y morir a sus hermanos esperando que renegara de su fe. Al final, en el último día de los festejos, la siguieron atormentando sin lograr hacer disminuir su gozo, como si estuviera en una fiesta. Al final la envolvieron en una red tirándola delante de un toro furioso. Éste la acorneó tirándola varias veces al aire hasta que al fin murió. Pero ninguna tortura hizo que dejara de ser fiel a su Señor.

No sé si llegaré a la edad de 85 años como fue el caso de Caleb, pero mi anhelo personal es poder llegar al fin de mi vida con la misma convicción y firmeza espiritual que caracterizó a este hombre o a esta adolescente. Que las palabras del apóstol Pablo, pronunciadas cuando llegaba al final de su vida, también puedan ser las nuestras:“He peleado la buena batalla, he acabado la carrera, he guardado la fe”. ¡Qué también de nosotros el Señor pueda decir algo así como: “Bien, buen siervo y fiel; sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré; entra en el gozo de tu señor”!

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