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Titulo: “Autoengaño espiritual de la iglesia de los tiemposfinales”(parte 3).

Autor: Norbert Lieth
  Nº: PE908

¿Usted se ha preguntado alguna vez en qué consistió el autoengaño de los cristianos

de Laodicea?

 

En este programa lo va a descubrir. Trataremosel tema acompañado de ejemplos

concretos de la vida cotidiana.


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“Autoengaño espiritual de la iglesia de los tiempos finales” (parte 3).

¿En qué consistió el autoengaño de los cristianos de Laodicea?

1. Confundían las verdades espirituales. La ciudad de Laodicea era rica, y los cristianos de allí también lo eran. Evidentemente, opinaban que la posesión de bienes materiales se igualaba a bendiciones espirituales. El ejemplo de Laodicea nos muestra que esto no es cierto: Allí los creyentes eran ricos pero no bendecidos.

A continuación algunos ejemplos: 

· La iglesia en Jerusalén era tan pobre que otras iglesias le enviaban dinero: “Porque Macedonia y Acaya tuvieron a bien hacer una ofrenda para los pobres que hay entre los santos que están en Jerusalén. Pues les pareció bueno, y son deudores a ellos; porque si los gentiles han sido hechos participantes de sus bienes espirituales, deben también ellos ministrarles de los materiales”'' (Romanos 15:26-27 vea también 1 Corintios 16:3).

A pesar de que necesitaba ayuda financiera, la iglesia en Jerusalén era rica en dones espirituales; las naciones tuvieron parte en sus bendiciones y hasta fueron calificados como “sus deudores''.

· Pablo decía de sí mismo que podía ser tanto rico como pobre, sin embargo, en todo momento fue igualmente bendecido.

· En otro lugar, el apóstol dice: “… como entristecidos, mas siempre gozosos; como pobres, mas enriqueciendo a muchos; como no teniendo nada, mas poseyéndolo todo”'' (2 Corintios 6:10).

· Pablo advierte sobre las riquezas pasajeras: “Así que, teniendo sustento y abrigo, estemos contentos con esto. Porque los que quieren enriquecerse caen en tentación y lazo, y en muchas codicias necias y dañosas, que hunden a los hombres en destrucción y perdición”'' (1 Timoteo 6:8-9).

No nos dejemos engañar por la opinión equivocada

– de que las iglesias, las obras misioneras, o los siervos de Dios, no estén siendo bendecidos si están en una crisis económica.

– de que iglesias u obras estén siendo bendecidas debido a que no tienen problemas económicos.

La bendición de Dios depende, en primer lugar, de la obediencia. Todo lo demás es misericordia adicional, pero ésta también conlleva una mayor responsabilidad.

2. Ellos creyeron ser independientes. Con eso se engañaban a sí mismos: “Yo soy rico, y me he enriquecido, y de ninguna cosa tengo necesidad.”''

El Señor permite que entremos en crisis y en necesidad para que dependamos de él. Si alguien lo posee todo, o si a alguien siempre le va bien, es grande el peligro de que ya no se dirija a Dios. Un creyente autocomplaciente, preguntará poco y nada cuál sea la voluntad del Señor. La satisfacción personal espiritual provoca un estancamiento en la santificación. Pablo hubiese tenido todos los motivos para tener satisfacción personal, sin embargo pidió: “Hermanos, yo mismo no pretendo haberlo ya alcanzado; pero una cosa hago: olvidando ciertamente lo que queda atrás, y extendiéndome a lo que está delante, prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús”'' (Filipenses 3:13-14). A Timoteo le recomendó encarecidamente que: “Ninguno tenga en poco tu juventud, sino sé ejemplo de los creyentes en palabra, conducta, amor, espíritu, fe y pureza. Entre tanto que voy, ocúpate en la lectura, la exhortación y la enseñanza. No descuides el don que hay en ti, que te fue dado mediante profecía con la imposición de las manos del presbiterio. Ocúpate en estas cosas; permanece en ellas, para que tu aprovechamiento sea manifiesto a todos. Ten cuidado de ti mismo y de la doctrina; persiste en ello”'' (1 Timoteo 4:12-16).

3. La oración propia es un autoengaño.

El Señor le tuvo que recriminar a la iglesia en Laodicea: “Porque tú dices…”'' Esta es una especie de auto oración, algo que los cristianos en Laodicea se decían a sí mismos. Tal vez hasta le agradecían a Dios por haberse enriquecido, y por no necesitar nada, pero este agradecimiento no era sincero, sino una expresión de satisfacción propia.

Para esta clase de “oración'' hay otro ejemplo en la Biblia. A unos que confiaban en sí mismos como justos, y menospreciaban a los otros, el Señor Jesús les dijo “esta parábola: Dos hombres subieron al templo a orar: uno era fariseo, y el otro publicano. El fariseo, puesto en pie, oraba consigo mismo de esta manera: Dios, te doy gracias porque no soy como los otros hombres, ladrones, injustos, adúlteros, ni aun como este publicano”'' (Lucas 18:9-11). El “oraba consigo mismo”'' es de las palabras que más sacuden del Nuevo Testamento. O sea, que también se puede orar “consigo mismo'' – pero esta clase de oración no sube hasta Dios. ¿Qué era lo negativo en la oración del fariseo? ¿Acaso no se le puede agradecer a Dios por lo que uno es y lo que uno tiene? Claro que sí. Pero el fariseo oró sin tener en cuenta el sacrificio de Jesús, ya que se apoyó en sus propios esfuerzos.

El publicano, en cambio, oró de una manera muy distinta. En cuanto a él, dice: “Mas el publicano, estando lejos, no quería ni aun alzar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho, diciendo: Dios, sé propicio a mí, pecador”'' (Lucas 18:13). La Biblia Scofield aclara lo siguiente en cuanto a este versículo: “ser misericordioso (del griego, hilaskomai) se utiliza … en relación al propiciatorio…el publicano pensó…en el propiciatorio rociado de sangre (Lutero lo traduce como trono de la gracia,) … Su oración se podría transcribir de la siguiente manera: “Sé conmigo como tú eres cuando miras la sangre expiatoria.''

Romanos 3:24-25 también habla de esta maravillosa gracia de Dios: “siendo justificados gratuitamente por su gracia, mediante la redención que es en Cristo Jesús, a quien Dios puso como propiciación por medio de la fe en su sangre, para manifestar su justicia, a causa de haber pasado por alto, en su paciencia, los pecados pasados.”''

Cuando oramos a Dios no nos podemos apoyar en nuestras “buenas obras''. Si queremos que nuestra oración tenga peso delante del Señor, debemos apoyarnos únicamente en Su gracia, en el sacrificio de su Hijo. A través de este sacrificio nuestra culpa es quitada y si, entonces, oramos en el nombre de Jesús, sin lugar a dudas, experimentaremos la gracia de Dios en nuestra vida.

Estimado amigo, la invitación de Apocalipsis 3, versículo 20 es para usted personalmente. El Señor le invita y dice: “He aquí, yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él, y cenaré con él, y él conmigo”.

Aquel que le vuelve a abrir la puerta al Señor Jesús, de manera que él vuelva a estar en el primer lugar, vuelve a estar en estrecha comunión con él. ¡Y entonces todo cambia!

Pero para eso es necesario examinarse y volver a oír su voz, su Palabra: ” si alguno oye mi voz… ” Querido amigo, si usted se ha vuelto tibio y apático, vuelva a abrirle las puertas de su corazón a Cristo y otórguele concientemente el primer lugar. Entonces Su vida volverá a palpitar y usted volverá a arder por Jesús y a refrescar a otros.

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