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Aspire a ser como Jesús 
(4ª parte)

Autor: William MacDonald

    La palabra discípulo ha sido por demás utilizada, y cada usuario le ha dado el significado de su conveniencia. El autor de este mensaje nos lleva a examinar la descripción de discipulado que presentó Jesús en sus enseñanzas, la cual se halla también en los escritos de los apóstoles, para que aprendamos y descubramos más acerca de este concepto.  


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PE1840 – Estudio Bíblico
Aspire a ser como Jesús (4ª Parte)



  ¿Cómo están amigos? Repasemos, antes de seguir adelante, la última característica que mencionamos en el programa anterior: fue laGratitud. Cuando las cosas en nuestra vida no salen a pedir de boca, deberíamos elevarnos por encima de las circunstancias y elevar nuestras voces y nuestros corazones en gratitud hacia el Padre. Cada día trae sus problemas, pero la fe los puede convertir en bendiciones. Deberíamos ser agradecidos por la memoria, el apetito, la vista, el oído, la salud, la salud mental, los lujos que Jesús no tuvo en la tierra (un colchón, agua fría y caliente, una heladera, un auto, etc.)

La próxima característica es la:Masculinidad. Una gran proporción del arte moderno representa a Jesús como alguien afeminado. Pero, Él no fue así. Él fue el espécimen perfecto de la humanidad. Todos los hombres serían como Él, si el pecado no hubiera ingresado en la raza humana.

Otra característica es que:Era un hombre de oración. ¡Piense en esto! Como Hombre dependiente, Él oraba. Como el Dios Omnipotente, respondía las oraciones de otros. Él oró al ser bautizado por Juan (lo vemos en Lc. 3:21). Él oró la noche antes de elegir a los Doce (así está escrito en Lc. 6:12). Luego de sanar multitudes también oró (Lc. 5:16).

Asimismo luego de sanar y expulsar demonios en Capernaum (Mr. 1:35). La tumba de Lázaro también fue escenario de su oración (Jn. 11:41 y 42). Encontró tiempo para orar luego de alimentar a los 5000 (como vemos en Mt. 14:21 y 23). Cuando fue confrontado con el rechazo incrédulo de aquellos a quienes vino a salvar, encontró refugio a través de la oración en la soberanía de Dios (así lo leemos en Mt. 11:25 y 26). Como Sumo Sacerdote, Él oró para que su pueblo fuera preservado del mal, viviera en separación del mundo, estuviera calificado para la misión y fuera llevado al hogar celestial a salvo (así lo relata Jn. 17). Él oró por Pedro para que su fe no flaqueara (en Lc. 22:32). Oró en el Huerto de Getsemaní, sometiendo su voluntad a la del Padre (en Lc. 22:41 al 44). Y tres de sus últimas palabras en la cruz fueron oraciones (así leemos en Lc. 23:34; Mt. 27:46; y Lc. 23:46).

Otra característica era que:Él no juzgaba por la apariencia, sino con un juicio justo. Él vio más allá de la diminuta ofrenda de la viuda, para ver su enorme devoción (como leemos en Lc. 21:1 al 4). Él distinguía entre el amor arrepentido de una mujer pecadora y la negligencia fría de un fariseo que se autojustificaba (lo vemos en Lc. 7:36 al 48). Él no quedó tan impresionado por el servicio activo de Marta como por la calmada devoción de María (así está escrito en Lc. 10:41 y 42). Exteriormente los Fariseos parecían ser justos pero, por dentro, estaban llenos de hipocresía e injusticias (lo leemos en Mt. 23). Él estaba por encima de la tendencia natural que lleva a pensar que porque una persona o una cosa sea hermosa entonces debe ser buena. Él sabía perfectamente bien que “no todo lo que brilla es oro”. A Él le importaban más las cualidades internas que la apariencia física.

No podemos evitar pensar en las palabras de Dios a Samuel, en su primer libro, cap. 16, vers. 7, concernientes a Eliab:“No mires a su parecer, ni a lo grande de su estatura, porque yo lo desecho; porque Jehová no mira lo que mira el hombre; pues el hombre mira lo que está delante de sus ojos, pero Jehová mira el corazón”.

Una característica más de Jesús, es que Él:Administró el tiempo efectivamente. El Maestro no perdió el tiempo. Cada momento era precioso para Él. ¿Acaso no dijo:“Me es necesario hacer las obras del que me envió, entre tanto que el día dura; la noche viene, cuando nadie puede trabajar”? Cada día tenía su lista de tareas. Incluso aquellas cosas que parecieron ser interrupciones, eran parte de la voluntad del Padre para Él.

Una más es que:A Jesús le preocupaban los hombres de baja estima. Él siempre mostró preocupación por los últimos, los más pequeños, los más bajos. Las distinciones clasistas le eran ajenas. Él tenía un amor especial por aquellos que eran pobres, débiles, despreciados, por aquellos que no eran nadie a la vista del mundo.

Otra característica es que:Él soportó. Él soportó hostilidades indescriptibles por parte de los pecadores hacia su persona (como vemos en He. 12:3). Sin embargo, nunca tuvo la más mínima intención de volverse atrás. Saber soportar no consiste en aceptar en forma fatalista las circunstancias que nos tocan, sino la firmeza de seguir adelante hasta el final.

Nos toca a nosotros aprender de las palabras del Salvador. ¿Qué podemos aprender de Él en esta área? ¿Cómo podemos ser semejantes a Cristo en las palabras que decimos?

Una característica más, es que:Su hablar era transparente y honesto. No hubo engaño en su boca. Nunca mintió ni negoció la verdad. Ni siquiera una vez fue exagerado. Y nunca respaldó las adulaciones.

Otra, es que: Era franco. Una vez le dijo a una mujer:“… cinco maridos has tenido, y el que ahora tienes no es tu marido”(así leemos en Jn. 4:18). En otra oportunidad le dijo a un fariseo:“Entré en tu casa; no me diste agua para mis pies… no me besaste… no ungiste mi cabeza con aceite”(esto se relata en Lc. 7:44 al 46).

Él hablaba con gracia, ésta era otra de sus características. Cuando habló en la sinagoga de Nazaret, los allí presentes estaban“maravillados de las palabras de gracia que salían de su boca”(así leemos en Lc. 4:22).

Una más, es que: No se quejaba. Nuestro Señor sabía que quejarse sería un insulto a la provisión del Padre.

Significaría que Él no sabe lo que hace. Sería como acusarle de algún error o de algún juicio fallido. Deberíamos recordar esto siempre que tengamos la tentación de quejarnos. Es mejor desechar ese pensamiento o tragarnos las palabras, y proclamar, con las palabras del Sal. 18:30:“En cuanto a Dios, perfecto es su camino”. Después de todo, nuestro Señor hace todas las cosas bien.

Otra característica es que: Su hablar edificaba. Algunas veces lo hacía a través de declaraciones directas, otras veces al hacer preguntas. Él enseñaba lecciones espirituales usando la naturaleza y las cosas cotidianas de la vida.

Él habló de la hierba, del viento y la lluvia,
de las higueras y del tiempo calmo.
Y fue su deleite
Unir el cielo y la tierra.
Habló de los lirios, la vid, el trigo,
De los gorriones y los cuervos.
Palabras muy naturales, y a la vez muy sabias,
Quedaron grabadas en los corazones de los hombres
De la levadura en el pan,
Del lino y la ropa,
Del huevo, el pescado, y las lámparas.
Vea cómo manejó el mundo familiar,
En una forma tan divina.
(Autor desconocido)

Una característica más era que: Su hablar era digno. Él hablaba de cosas que importaban. No hablaba vanidades, sino sólo lo que era útil para esta vida e importante para la vida venidera. Nunca promulgó chismes. Su hablar era el adecuado. Su mente estaba llena de la Escritura y la citaba si era pertinente en la ocasión. Por ejemplo, respondió a las tentaciones satánicas en el desierto con tres porciones adecuadas de Deuteronomio.

Y, por último, tenía como característica que: Cada respuesta era perfecta. Sus silencios a veces fueron más elocuentes que sus palabras (así lo podemos ver en Mt. 26:62 y 63; y 27:12; Mr. 15:4 y 5; y Lc. 23:9).

Como conclusión podemos recordar las contundentes palabras que nos dejó un autor anónimo: “Cuánto recogimiento nos provoca pensar que podemos modelar las cualidades de Cristo para aquellos que le buscan. A través de un estilo de vida ejemplar, el discípulo puede hacer que su Señor sea atractivo para otros. En su carta a Tito, Pablo le urgió que les enseñara a los esclavos a trabajar para agradar a sus amos “… para que en todo adornen la doctrina de Dios nuestro Salvador” (leemos en Tito 2:10). Las personas no sólo deberían escuchar verdades dignas de oír, sino también ver vidas dignas de emular. La palabra que Pablo usa en el versículo, “adornar”, era una palabra usada para ordenar las joyas de tal forma que pudieran exhibir su máxima belleza. ¡Éste es nuestro privilegio!

 

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