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Aspire a ser como Jesús 
(2ª parte)

Autor: William MacDonald

    La palabra discípulo ha sido por demás utilizada, y cada usuario le ha dado el significado de su conveniencia. El autor de este mensaje nos lleva a examinar la descripción de discipulado que presentó Jesús en sus enseñanzas, la cual se halla también en los escritos de los apóstoles, para que aprendamos y descubramos más acerca de este concepto.  


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PE1838 – Estudio Bíblico
Aspire a ser como Jesús (2ª Parte)



  ¿Cómo están amigos? Qué gusto estar nuevamente junto a ustedes! Otra de las características de Jesús es el:Gozo. El gozo del Hijo de Dios era hacer la voluntad de su padre y llevar muchos hijos a la gloria. Con ese gozo en vista, soportó la cruz menospreciando el oprobio. Su gozo no fue perturbado por las pruebas y las tristezas que los hombres amontonaron sobre Él.

La próxima es la:Paz. La paz caracterizó la vida del Redentor. Independientemente de las adversidades que tuvo que enfrentar, mantuvo la calma y la serenidad. Las amenazas y los insultos de sus criaturas no lo perturbaban.

Una más, es la:Paciencia. Jesús fue paciente con sus discípulos, y con aquella generación“incrédula y perversa”(que menciona en Lc. 9:41). Él es paciente con la humanidad perdida“no queriendo que ninguno perezca”(como afirma 2 P. 3:9). Cualquier otra persona hubiera desistido ya hace mucho tiempo de intentar algo con el ser humano.

Otra característica es la:Benignidad. Vemos la benignidad del Señor Jesús en la forma en la cual trató a las personas. Era su gran placer bendecir y conceder alivio a quienes lo necesitaran. Su consideración hacia aquellos que conocía, lo acercaba a ellos.

La próxima característica es la:Bondad. Incluso sus enemigos reconocieron que nuestro Señor era bueno, que mostraba amabilidad sin parcialidad. Él“anduvo haciendo bienes y sanando a todos los oprimidos por el diablo”(nos dice Hechos 10:38). Él pensaba en los demás, no en sí mismo. Nadie jamás podrá igualarlo en cuanto a su benignidad. Él se empobreció para enriquecer a otros.Una característica más, la: Fidelidad. Él es fiel con respecto a sus promesas, en cumplir sus tareas, en el cuidado inmutable hacia su pueblo. No hay peligro cuando se confía en Él. Él jamás ha decepcionado a alguien.

Otra característica de Jesús es la: Gentileza. Esta palabra nos lleva al momento en el cual sus discípulos quisieron alejar a los niños de Jesús. Él dijo:“Dejad a los niños venir a mí, y no se lo impidáis; porque de los tales es el reino de los cielos”(así leemos en Mt. 19:14).

La Compasión, también es una característica de Jesús. Cristo tuvo compasión de la multitud y envió a los Doce a la cosecha (así leemos en Mt. 9:36). Él tuvo compasión de la multitud y alimentó a 5000 personas (como está escrito en Mt. 14:14). Nuevamente tuvo compasión de la multitud y alimentó a 4000 (según Mt. 15:32). Debido a su compasión, dos ciegos recibieron la vista (lo podemos leer en Mt. 20:34), y un leproso fue sanado (como también leemos en Mr. 1:41). Un endemoniado fue liberado (como relata Mr. 5:19), y una viuda recibió nuevamente a su hijo con vida (como nos dice Lc. 7:13). Vemos su compasión como el Buen Pastor (en Lc. 15:4 al 7), como el Buen Samaritano (en Lc. 10:33), y como el padre del hijo pródigo (en Lc. 15:20). Vemos sus lágrimas de compasión frente la tumba de Lázaro (en Jn 11:35) y en el Monte de los Olivos cuando lloró por Jerusalén (como se relata en Mt. 23:37 al 39).

Tenemos un Salvador compasivo. ¡Cuánto necesitamos ese tipo de compasión! Cuánto necesitamos orar con las palabras de esta persona anónima:¡Qué pueda mirar a la multitud como lo hizo mi SalvadorHasta que mis ojos se nublen por las lágrimas;Que pueda ver con piedad a las ovejas errantesY amarlas por amor a Él”.

Otra característica es, la: Mansedumbre. Cualquier retrato verdadero del Señor Jesús, debe revelarlo como alguien que era manso y humilde de corazón. La palabra“manso”conlleva la idea de quebrantamiento. Es la palabra utilizada para describir a un caballo joven que ha aceptado el arnés y pacientemente labra la tierra, con su cabeza que se eleva y desciende, y sus ojos mirando siempre hacia adelante.

Nuestro manso Salvador nos invita a llevar su yugo y a aprender a ser como Él. Esto significará una aceptación sin quejas de su voluntad. Cuando las circunstancias adversas vengan sobre nosotros, hemos de poder decir las palabras de Mt. 11:26:“Sí… porque así te agradó”.

Jesús fue humilde en su nacimiento, un nacimiento que no tomó prestada nada de la gloria de este mundo. Fue humilde durante su vida, sin una pizca de orgullo o arrogancia, sin una fracción de complejo de superioridad. El ejemplo sublime de su humildad fue cuando “se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz” (como dice en Fil. 2:8).

Haciéndonos eco de las palabras de H. F. Lyte, deberíamos decir y preguntarnos:
Tú, Salvador, fuiste manso y humilde
¿Y acaso un gusano como yo,
Débil, pecaminoso e impuro
Podría atreverse a enorgullecerse?

Otra característica es que: Él fue un siervo. Jesús fue el verdadero esclavo israelita que puso su oreja en la puerta y dijo: “Yo amo a mi señor; … no saldré libre” (como leemos en Ex. 21:5). Toda su vida fue una vida de servicio a Dios y a sus semejantes. ¡Asombroso! El Creador y Sustentador del universo dejó el palacio en el cual era servido por una miríada de ángeles, y descendió para servir y para dar su vida en rescate por muchos. Pablo describe vívidamente su abandono. A pesar de que era igual a Dios, no entendió que esa posición con el Padre en el cielo era algo a lo cual debía aferrarse a cualquier precio. ¡No! Sino que se vació a sí mismo de esa posición celestial, y se hizo un siervo. Él pudo decir: “Yo estoy entre ustedes como el que sirve” (como vemos en Lc. 22:25 al 27). “No hubo un sólo acto de egoísmo en la vida de Cristo; Él siempre estuvo al servicio de otros”.

Se nos hace un nudo en la garganta cuando lo vemos tomar la toalla de un esclavo e inclinarse para lavar los pies de sus discípulos.

Él aún nos dice como dijo aquella noche fatídica en el ático: “Porque ejemplo os he dado, para que como Yo os he hecho, vosotros también hagáis”, (así leemos en Jn. 13:15).

Cuando tomamos la posición de siervos reflejamos una marca auténtica de similitud a Cristo.

La siguiente característica de Jesús es la: Abnegación. Teníamos una deuda que no podíamos pagar. En vez de reclamar el pago de nuestra parte, el Señor asumió la deuda y la pagó por completo. ¡Qué maravilloso Salvador!

La última característica que veremos hoy, es el: Perdón. Sus palabras “Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen” resuenan a través de los siglos. ¿Qué otra prueba de su espíritu perdonador necesitamos? Aquí tenemos al Dios-Hombre muriendo y sufriendo una tortura inefable, y a la vez orando para que el Padre perdone a sus asesinos.

Podemos recordar aquí las palabras de Edward Denny: Tus enemigos pueden odiar, despreciar, denigrar; Tus amigos demuestran infidelidad. Sin embargo, lleno de perdón, Tu corazón tan sólo puede amar.

Pero debemos agregar una palabra de precaución aquí. El hecho que Él pidiera perdón por sus asesinos no significa que fueran automáticamente perdonados. Judas no fue perdonado. Sólo aquellos que vinieron a Él en arrepentimiento y fe recibieron el beneficio de aquella oración.

El perdón presupone el arrepentimiento. Jesús le dijo a sus discípulos: “Si tu hermano pecare contra ti, repréndele; y si se arrepintiere, perdónale. Y si siete veces al día pecare contra ti, y siete veces al día volviere a ti, diciendo: Me arrepiento; perdónale” (así leemos en Lc. 17:3 y 4).

Preste atención al hecho que el perdón sigue al arrepentimiento. Existen algunas ofensas menores que hemos sufrido que pueden perdonarse fácilmente. No son lo suficientemente importantes como para hacer de ellas una gran cosa. Pero, si hubiera un pecado o una ofensa grave, no es correcto perdonar donde no ha habido arrepentimiento. Esto sólo estimula al culpable en su maldad.

Donde ha habido arrepentimiento, nuestro perdón debe ser ilimitado. A nosotros se nos ha perdonado millones; deberíamos estar dispuestos a perdonar lo que, en comparación, serían unos pocos centavos.

¡Qué cierto es que “el perdón es el perfume que una flor pisoteada vierte sobre el pie que la ha lastimado”!

 

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