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Título: Animados en el valle oscuro

Autor: Marcel Malgo PE1421

„Aunque ande en valle de sombra de muerte, no temeré mal alguno, porque tú estarás conmigo; tu vara y tu cayado me infundirán aliento“. Se nos habla aquí de dos instrumentos que infunden aliento. Y ya que la Biblia no contiene palabras de más ni tampoco de menos, debe tratarse aquí de dos cosas diferentes. ¡Descubrámoslo!


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Queridos amigos, qué gusto estar nuevamente con ustedes. El tema de hoy se titula: „Animados en el Valle Oscuro“, y para comenzar vamos a leer los vers. 4 y 5 del Salmo 23:

„Aunque ande en valle de sombra de muerte, no temeré mal alguno, porque tú estarás conmigo; tu vara y tu cayado me infundirán aliento. Aderezas mesa delante de mí en presencia de mis angustiadores; unges mi cabeza con aceite; mi copa está rebosando“.

En el último mensaje de esta serie hablamos de la presencia del Buen Pastor („…tú estarás conmigo“), destacando que por este hecho Sus ovejas no necesitan temer ningún mal. Ahora nos ocuparemos de los instrumentos que nos infunden aliento: la vara y el cayado del Señor. Ya que la Biblia no contiene palabras de más ni tampoco de menos, debe tratarse aquí de dos cosas diferentes.

Analicemos un poquito estas dos expresiones: Vara y cayado.

Los pastores de ovejas de aquel entonces – entre ellos también David – utilizaban una maza como arma de defensa contra los ladrones o los animales salvajes, como también un cayado para apoyarse al andar o al descansar. La maza tenía comúnmente apenas un metro de largo, estaba hecha de madera de roble, lo que la hacía resistente, y tenía una terminación ancha. El cayado era un poco más largo y tenía un puño en forma de arco o de T.

Cuando el Salmo 23 habla de „vara y cayado“,  podemos ver en esto el arma de defensa (la vara) y el cayado para apoyarse al andar o descansar. Sin duda alguna, también el pastor David usaba tanto la vara como el cayado cuando apacentaba a sus ovejas. Pues de otra manera, ¿con qué habría podido matar leones y osos? Leemos en 1 Sa. 17, vers. 34 al 36 que cuando se dispuso a luchar contra Goliat, para disipar las dudas del rey Saúl, dijo: „Tu siervo era pastor de las ovejas de su padre; y cuando venía un león, o un oso, y tomaba algún cordero de la manada, salía yo tras él, y lo hería, y lo libraba de su boca; y si se levantaba contra mí, yo le echaba mano de la quijada, y lo hería y lo mataba. Fuese león, fuese oso, tu siervo lo mataba…“  Para esto, David se valía de una maza de roble.

Cuando David habla en el Salmo 23 de vara y de cayado, habla entonces de dos cosas diferentes: un arma (palo o maza) y un cayado de pastor. Esto nos enseña una maravillosa verdad espiritual: La vara del Buen Pastor simboliza la protección completa contra el enemigo, y Su cayado nos anuncia calma y paz, a pesar del valle oscuro y de las luchas. Pues inmediatamente después, leemos: „Aderezas mesa delante de mí en presencia de mis angustiadores.“

La Biblia dice acerca del Señor Jesús, el Buen Pastor lleno de misericordia, que „no quebrará la caña cascada, ni apagará el pábilo que humeare“ (así lo leemos en Is. 42:3). El enemigo, Satanás, al contrario, ataca a los redimidos por la sangre de Jesús con la mayor brutalidad, justamente cuando se sienten como „cañas cascadas“ y solamente „humean“, es decir, cuando se encuentran en algún valle oscuro.

Si tú, querido hijo o querida hija de Dios, te encuentras en este momento en un valle oscuro, no te desesperes, pues una cosa es cierta: Cuanto más el enemigo se enfurece contra ti, tanto más experimentarás el consuelo de la „vara“ y también del „cayado“ del Buen Pastor. Incluso, es posible que justamente en medio de esos apuros, en medio de la tormenta más feroz, sientas como nunca antes la protección del Señor Jesús, Su calma y Su paz.

Analicemos ahora algo del aliento a través de la vara y el cayado del Buen Pastor.

Inspirado por el Espíritu Santo, David escribió: „Tu vara y tu cayado me infundirán aliento.“ ¿Por qué se nos asegura aquí la presencia tanto de la vara como del cayado? Y ¿por qué se nos dice que nos infundirán aliento cuando nos encontremos en un valle oscuro?

En la vida diaria, muchas veces no somos concientes de la realidad de la vara y del cayado del Buen Pastor. La mayoría de las veces nos pasa como al rey Ezequías, que atravesaba un valle de sombra de muerte a causa de una grave enfermedad, y en su angustia dijo: „He aquí, amargura grande me sobrevino en la paz.“ Recién después, como vemos en Is. 38:17, pudo alabar a Dios y confesar: „… mas a ti agradó librar mi vida del hoyo de corrupción“. Según nuestra opinión, el Señor siempre tendría que intervenir visible e inmediatamente cuando pasamos por tribulaciones y problemas. Sin embargo, podemos experimentar Su aliento en medio de estas situaciones, y no recién cuando somos tocados por la vara y el cayado de Jesús o cuando discernimos el final del valle oscuro, como una luz al final de un túnel, sino cuando simplemente creemos en la promesa de la vara y del cayado del Buen Pastor. Entonces somos alentados y consolados. En este caso tiene validez lo que dice Hebreos 11:6: „Sin fe es imposible agradar a Dios.“ Si comprendemos esto, seguiremos adelante animados en el camino de la fe, a pesar de los contratiempos y los sufrimientos. El autor de un antiguo himno, lo dice así:

 „Si dejas tú que Dios te guíe, confiando solamente en Él,

En tus angustias y conflictos tendrás Su ayuda grande y fiel. El inmutable amor de Dios roca eterna y firme es.

Espera en Dios pacientemente, con gozo en tu corazón;

con gratidtud acepta siempre del cielo toda bendición.

Dios quiere siempre lo mejor para los hijos de Su amor.

En la oración fiel permanece; sé obediente a Su ley;

Su protección Dios te ofrece, en Sus promesas pon tu fe.

Jehová no olvida nunca al fiel, ni al justo que confía en Él.“

El versículo 4 del Salmo 23 habla del aliento que infunden la vara y el cayado del Buen Pastor. Podemos poner nuestra esperanza en esta promesa, sí, tenemos que creerla cuando nos encontramos en un valle oscuro. Podemos reclamar a Dios Su promesa, recordándole: „Señor, tú  has dicho…“ Leemos en el Sal. 119:49 que así también lo hizo uno de los salmistas, cuando dijo: „Acuérdate de la palabra dada a tu siervo, en la cual me has hecho esperar“. Él hablaba aquí de una promesa que Dios le había hecho, la cual todavía no se había cumplido. Pero ya el salmista se sentía consolado y alentado, porque se aferraba a las infalibles promesas del Señor.

Realmente, a veces nos sentimos muy solos cuando nos encontramos en un valle oscuro, y nos preguntamos si el Señor está presente y dónde están Su vara y Su cayado, con los cuales Él nos quiere infundir aliento. Pero a pesar de los sentimientos que puedas experimentar en un momento de depresión, tienes la infalible promesa del Eterno de que la vara y el cayado del Buen Pastor quieren darte aliento justamente en el valle oscuro, y éste es un consuelo real, aunque quizás en el momento no lo sientas así. Si te apoyas de todo corazón en las palabras: „Tu vara y tu cayado me infundirán aliento“, ellas confortarán y alegrarán tu corazón. El consuelo no proviene de un sentimiento o de una experiencia especial, sino de la segura promesa del Señor. Vemos en el Sal. 119, vers. 50, que el salmista que hizo recordar al Señor Su promesa, pudo decir luego con gozo triunfante: „Ella (tu palabra) es mi consuelo en mi aflicción, porque tu dicho me ha vivificado“.

Pero, debemos tener cuidado de no apoyarnos en una falsa vara y un falso cayado.

Como en todas partes, pero muy especialmente en el valle oscuro, nosotros como hijos de Dios no debemos subestimar los peligros que nos acechan. Un acontecimiento en la vida de Jesús puede ilustrar lo que quiero decir: En Mt. 16:13 y 14 leemos que el Salvador llegó con Sus discípulos a la región de Cesarea de Filipo, y allí les preguntó: „¿Quién dicen los hombres que es el Hijo del Hombre?“. Ellos le respondieron: „Unos, Juan el Bautista; otros, Elías; y otros, Jeremías, o alguno de los profetas“.

Las personas que en aquel entonces hablaban y discutían acerca de la Persona de Jesús, Lo veían y Lo analizaban con sus propios ojos – sin embargo, llegaron a conclusiones totalmente equivocadas. Si bien es verdad que buscaban entender al Señor; no vislumbraron la fuente de vida y de poder que se encontraba en Él.

Con este pensamiento nos quedamos por hoy porque el tiempo se ha ido, pero seguiremos con él en el próximo programa. ¡Hasta entonces y qué Dios le bendiga!

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