Estoy completo en Cristo!
30 abril, 2013
Ame la Asamblea de Cristo (2ª Parte)
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30 abril, 2013

Ame la Asamblea de Cristo 
(1ª parte)

Autor: William MacDonald

  La palabra discípulo ha sido por demás utilizada, y cada usuario le ha dado el significado de su conveniencia. El autor de este mensaje nos lleva a examinar la descripción de discipulado que presentó Jesús en sus enseñanzas, la cual se halla también en los escritos de los apóstoles, para que aprendamos y descubramos más acerca de este concepto.


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PE1920 – Estudio Bíblico
Ame la Asamblea de Cristo (1ª Parte)



Amigos oyentes, ¿cómo están? Comenzamos leyendo en Efesios capítulo 3, los versículos 8 al 11: “A mí, que soy menos que el más pequeño de todos los santos, me fue dada esta gracia de anunciar entre los gentiles el evangelio de las inescrutables riquezas de Cristo, y de aclarar a todos cuál sea la dispensación del misterio escondido desde los siglos en Dios, que creó todas las cosas; para que la multiforme sabiduría de Dios sea ahora dada a conocer por medio de la iglesia a los principados y potestades en los lugares celestiales, conforme al propósito eterno que hizo en Cristo Jesús nuestro Señor”.

En la mente de Dios y en la Palabra de Dios, la asamblea tiene una vital importancia. Permítame mencionar algunas cosas en relación a la misma.

Es importante porque es la única sociedad en la tierra a la cual Dios le ha prometido perpetuidad. Jesús dijo: “Sobre esta roca edificaré mi iglesia, y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella”. Esto no se aplica a ningún otro grupo.

La importancia de la asamblea se puede ver en el lugar de prominencia que le es otorgado en el Nuevo Testamento. Creo que podemos juzgar la importancia de algún asunto por la cantidad de versículos que le dedica en él. Vastos pasajes de la Escritura abarcan este tema. Por ejemplo, en Efesios 1:19 al 23, Pablo escribió: “Y cuál la supereminente grandeza de su poder para con nosotros los que creemos, según la operación del poder de su fuerza, la cual operó en Cristo, resucitándole de los muertos y sentándole a su diestra en los lugares celestiales, sobre todo principado y autoridad y poder y señorío, y sobre todo nombre que se nombra, no sólo en este siglo, sino también en el venidero; y sometió todas las cosas bajo sus pies, y lo dio por cabeza sobre todas las cosas a la iglesia, la cual es su cuerpo, la plenitud de Aquel que todo lo llena en todo”.

¿Cómo es esto de que su cuerpo es la plenitud de Aquél que todo lo llena en todo? Tengo en mi mano una pequeña tarjeta. La voy a partir a la mitad para ilustrar este punto. Un pedazo representa al Señor Jesucristo. El otro representa el cuerpo de Cristo, la iglesia. Ahora las uno nuevamente. En cierto sentido, la iglesia es el complemento de Cristo. Es como si el Señor Jesús no se considerara completo sin la iglesia, su cuerpo. Y su cuerpo es su vehículo en la tierra, para expresarse a sí mismo al mundo. Cuando veo esto, me doy cuenta que la iglesia es importante. La asamblea local es importante; debemos tener convicciones con respecto a la misma. Deberíamos ser entusiastas en cuanto a ella, y no sentir pena de la misma. Me temo que algunos se tornan dubitativos cuando se habla del tema. Parece que tenemos temor de alejarnos de la verdad acerca de ella.

Se nos dice que la iglesia les da una lección a los seres angelicales. Leemos esto en Efesios 3:10: “para que la multiforme sabiduría de Dios sea ahora dada a conocer por medio de la iglesia a los principados y potestades en los lugares celestiales”.

Piense en los seres angelicales, o en los seres celestiales por lo menos, mirando hacia la tierra y viendo lo que Dios ha hecho con la iglesia. Él tomó a los judíos y a los gentiles y los unió. Hablamos de judíos creyentes y gentiles creyentes. Con todos sus diferentes tipos de personalidad, con todos sus pro y sus contra, etc., los unió e hizo de ellos una nueva criatura.

En cierta ocasión, hablando en la Conferencia Keswick en Inglaterra, Jonathan Lamb leyó la siguiente frase: Cristo murió para que los seres humanos, de todo tipo, fueran reconciliados con Dios y entre sí. Lo genial del cristianismo es que hace posible una comunión continua entre gente que de otra manera no se toleraría, y mucho menos disfrutaría de su cercanía. Cristo recibe a los socialistas refinados y también a los campesinos inmigrantes, a los negros, a los indios, a los judíos, y a los blancos, los cuales oran juntos y comparten sus problemas. En un mundo dividido por clases, comercio, raza, educación, política, por el abismo generacional, y por millones de intereses adversos, sólo Cristo puede lograr una mezcla de personas tan incompatibles.

Esto me impactó con mucha fuerza hace algunos años, cuando yo estaba en Haifa. Existe allí, en esa ciudad, una asamblea en la cual los creyentes judíos y árabes parten el pan juntos. Es en realidad una hermosa exhibición de lo que tenemos aquí en la Palabra de Dios. Los seres celestiales miran y se maravillan de la sabiduría de Dios.

Pablo dice que la verdad de la asamblea es la piedra angular de la revelación escritural. En Colosenses 1:25, él escribe así: “de la cual fui hecho ministro, según la administración de Dios que me fue dada para con vosotros, para que anuncie cumplidamente la palabra de Dios”.

¿Para cumplir la Palabra de Dios? En realidad, Colosenses no fue el último libro del Nuevo Testamento en ser añadido. Sin embargo, en cuanto a lo que es la revelación de doctrinas nuevas e importantes, fue la piedra angular de la revelación escritural, particularmente la revelación de la iglesia.

En 1 Timoteo 3:15, leemos que la asamblea es la unidad terrenal que Dios eligió para propagar la fe: “para que si tardo, sepas cómo debes conducirte en la casa de Dios, que es la iglesia del Dios viviente, columna y baluarte de la verdad”. En los tiempos bíblicos, las columnas, a menudo, se usaban para colocar anuncios o declaraciones. La iglesia es la columna sobre la cual se coloca la verdad. Dios ama la asamblea. Dios tenía este secreto en su mente desde la eternidad, que Él formaría, en la plenitud del tiempo, una nueva sociedad con un llamado celestial y un destino celestial, y que enviaría a su Hijo a este mundo para buscar a su esposa, a un precio enorme.

Hace un tiempo encontré el siguiente comentario en el calendario Choice Gleanings: “Si pudiéramos darnos cuenta que el objeto más preciado para nuestro Señor Jesús en este mundo es su iglesia, pasaríamos menos tiempo en actividades y preocupaciones periféricas. Nuestros esfuerzos estarían dirigidos hacia la edificación de la iglesia local en la cual tenemos comunión, y nuestro amor llegaría a todo miembro de su iglesia. Por lo tanto, debemos cuidar aquello que Él más ama en el mundo”.

Dios ama la asamblea. Cristo ama la asamblea. El apóstol Pablo amó la asamblea. Él dijo, en Efesios 3:8: “A mí, que soy menos que el más pequeño de todos los santos, me fue dada esta gracia de anunciar entre los gentiles el evangelio de las inescrutables riquezas de Cristo”.

Ahora, para algunos creyentes jóvenes, puede que esto sólo parezca una ensalada de palabras santas, pero permítanme simplificarlas. En estos versículos, el apóstol Pablo nos dice que él tenía un ministerio doble. ¿Pueden verlo? ¿Cuál era este ministerio doble del apóstol Pablo? En primer lugar, “anunciar entre los gentiles el evangelio de las inescrutables riquezas de Cristo”. Éste es el evangelio, ¿verdad? Pero, Pablo no se detiene allí. Dice, también, “y de aclarar a todos cuál sea la dispensación del misterio”. Este “todos” se refiere a la iglesia. Y no puedo decir que amó una faceta más que la otra. Las mantuvo en equilibrio. Algunas veces creo que tenemos más entusiasmo por la tarea evangelística que por la iglesia local. Pablo no era así. El gran deseo de Pablo era predicar el evangelio, ver que la gente se salvara, verlos entrar en comunión en la iglesia local, y verlos crecer en las cosas del Señor, para que llegaran a ser creyentes que se reprodujeran. Esto era una gran visión, ¿verdad? Quisiera desafiarles en este momento: ¿En qué lado se encuentran ustedes en este ministerio doble?

Quizás ustedes sean agresivos ganadores de almas, y agradezco a Dios por eso. Es maravilloso, pero deseo que no se detengan allí:

¡Tengan el gran ministerio doble que el gran apóstol Pablo tuvo!

 

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