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Titulo: A los judíos primeramente

Autor: John Wilkinson 
Nº: PE951

 

“Al judío primeramente” es tan sólo un asunto de orden, no una preeminencia. Debe ser entendido en forma perfectamente armoniosa.

Israel es el primer hijo de Dios entre la familia de naciones, y el hermano mayor de los gentiles. Es por eso que el primer hijo ha tenido mayores privilegios que los gentiles, y consecuentemente mayores responsabilidades.

El evangelio de Cristo fue establecido a través de los sufrimientos de decenas de miles de judíos antes de que los gentiles fueran admitidos en este privilegio y bendición. La pared de los judíos fue derribada, pero no para que fueran excomulgados de las bendiciones del evangelio, sino para que los gentiles compartieran esas bendiciones con los judíos en términos comunes.

 


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A los judíos primeramente

Estimado amigo, querida amigo. La permanencia del orden “a los judíos primeramente” se confirma en Romanos 1:16 que dice lo siguiente:“Porque no me avergüenzo del evangelio, porque es poder de Dios para salvación a todo aquel que cree; al judío primeramente, y también al griego.”

Y también una vez más en el capítulo 2:9-11 – “tribulación y angustia sobre todo ser humano que hace lo malo, el judío primeramente y también el griego, pero gloria y honra y paz a todo el que hace lo bueno, al judío primeramente y también al griego; porque no hay acepción de personas para con Dios.”

 

Parecería ser un peligroso manoseo de la Escritura el decir que este orden fue temporal, y confinado a los tiempos apostólicos. La epístola fue escrita aproximadamente treinta años después del comienzo de la dispensación y relata la doctrina y la práctica que afecta a toda la dispensación, hablando al final del retorno del Señor para la conversión de la nación judía – el capítulo 11 llega al final con el retorno del Señor para la conversión de la nación judía (versículos 25 y 26).

 

“Al judío primeramente” es tan solo un asunto de orden, no una preeminencia. Debe ser entendido en forma perfectamente armoniosa con “porque no hay diferencia entre judío y griego” y con “no hay acepción de personas para con Dios.”

 

Querido amigo, Israel es el primer hijo de Dios entre la familia de naciones, y el hermano mayor de los gentiles. Dios le dijo a Moisés, “Y dirás a Faraón: Jehová ha dicho así: Israel es mi hijo, mi primogénito.”El primer hijo ha tenido mayores privilegios que los gentiles, y consecuentemente mayores responsabilidades. La responsabilidad es medida por el privilegio, y el castigo por el abuso del privilegio. En el propósito revelado de Dios el hijo mayor tiene responsabilidades hacia sus hermanos menores – los gentiles – de quienes no se puede despojar. Si los judíos fallan, son los primeros en recibir “tribulación y angustia.”

 

Parecería que nadie se preocupara de que tengan la prioridad en el castigo debido a la desobediencia – una prioridad que durará a través de esta presente dispensación. ¿Por qué se debería dar un significado y una aplicación diferente a la prioridad en relación a la bendición?

 

El castigo en primer lugar a los judíos no es tan solo para retribuir el abuso de su privilegio, sino que también sirve como amonestación a los gentiles, “No te ensoberbezcas, sino teme” La bendición dada “primeramente a los judíos” compensa una gran deuda de justicia por los errores pasados, de los cuales fueron hechos responsables, sufriendo así una incesante persecución, así como también compensa una gran deuda de gratitud por las invalorables bendiciones recibidas a través de ellos, lo que a la vez asegura que una vez que ellos sean bendecidos se abre un canal para instrumentar esa bendición a todo el mundo.

 

Ahora bien, con cuánta frecuencia se escucha hablar de esta dispensación como la dispensación de los gentiles.No hay un solo pasaje en la Escritura que sustente esta declaración.

 

Que los gentiles han mantenido las bendiciones del evangelio para sí mismos por muchos siglos, es verdad, pero eso contribuye más a su reproche y pérdida que a su honor y bendición.

 

El evangelio de Cristo fue establecido a través de los sufrimientos de decenas de miles de judíos antes de que los gentiles fueran admitidos en este privilegio y bendición. La pared de los judíos fue derribada, pero no para que fueran excomulgados de las bendiciones del evangelio, sino para que los gentiles compartieran esas bendiciones con los judíos en términos comunes. Los gentiles debían ser “coherederos, miembros juntamente del cuerpo, y participantes también de la promesa.” A este respecto nada podría ser más claro que la inspirada frase de Pablo en Romanos 11:17 que dice lo siguiente: “Pues si algunas de las ramas fueron desgajadas, y tú, siendo olivo silvestre, has sido injertado en lugar de ellas, y has sido hecho participante de la raíz y de la rica savia del olivo, no te jactes contra las ramas; y si te jactas, sabe que no sustentas tú a la raíz, sino la raíz a ti.” Notemos con cuidado algunos puntos de este pasaje. Algunas ramas fueron desgajadas – no todas. Las ramas silvestres de los gentiles fueron injertadas entre las ramas naturales – los creyentes judíos en Cristo; no en lugar (vale decir que este pasaje en inglés dice “entre ellas,” nota del traductor) de las ramas que fueron quitadas. Pese a que fueron desgajadas por incredulidad, Dios dice, “Y aun ellos, si no permanecieren en incredulidad, serán injertados, pues poderoso es Dios para volverlos a injertar.” Mientras tanto, durante esta presente dispensación, es claramente la voluntad expresada de Dios que los creyentes gentiles deben ser participantes – no monopolizadores, solo participantes – con los creyentes judíos, con la raíz del tronco del árbol de olivo. ¿Podrá alguna mente honesta persuadirse a sí misma de que el pensamiento, sentimiento y esfuerzo de la iglesia cristiana ha estado, o está ahora, en armonía con la mente de Dios como es expresada aquí al respecto de los judíos? Y si no es así, ¿por qué no lo es?

 

Algunos cristianos parecen haber silenciado efectivamente a todos aquellos que intentan predicar el evangelio a los judíos – como judíos – ya sea al principio o al final, al citar las palabras, “En Cristo Jesús no hay judío ni griego.” Contestamos que Pablo le predicó a los judíos como judíos primeramente, y luego dice “a los judíos me hice judío, para ganar a los judíos.” Las Escrituras hablan de “los judíos, los gentiles, y la iglesia de Dios.” Pero los judíos y los gentiles en este pasaje están sin Cristo; y la iglesia de Dios está en Cristo. En Cristo, judíos y gentiles son uno solo, pero fuera de Cristo ya no son uno, y nuestra predicación es a los judíos sin Cristo. Por lo tanto, no tiene sentido, o más bien hasta es tonto el citar tal pasaje como argumento para impedir que Cristo sea predicado a los judíos como judíos. Además, donde dice que “no hay judío ni griego, no hay esclavo ni libre,” también dice que no hay “hombre o mujer,” y eso no significa que estas distinciones sexuales, sociales y nacionales sean destruidas, sino sencillamente ignoradas. Nadie ha de ser salvo porque sea judío o griego, o porque sea amo o esclavo, o porque sea hombre o mujer; sino por reconocerse pecador y estar dispuesto a seguir el plan de Dios para la salvación.

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