Evasión de un arresto mortal

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Hace 70 años atrás iba terminando la Segunda Guerra Mundial y con ella el terrible Holocausto. Recuerdos de antes, de durante, y de después de la guerra. Friedrich Hilliges. Parte 5.
Cuando finalizaba la guerra yo tenía 13 años y vivía con mi hermana en la casa de nuestra tía en Waren/Müritz, a causa de la evacuación de las ciudades bombardeadas. Nuestros padres y nuestro hogar estaban en Berlín.

Como todos los muchachos, yo pertenecía al “Jungvolk” (gente joven, la red.), la Juventud de Hitler. Eso era obligatorio. Pero, como yo no tenía un uniforme de la Juventud de Hitler, tanto yo como mi familia éramos fáciles de reconocer como no “fieles a la línea”.

Cuando a fines de enero de 1945 se puso fin a la enseñanza escolar, a causa del frente oriental que se iba acercando, debíamos presentarnos diariamente para el llamado y servicio de la Juventud de Hitler: se trataba de trabajos, como ser cortar leña en el bosque, tareas de transportes menores y cosas por el estilo, y “juegos de escondidas”. Éstos últimos eran juegos de guerra con ataque y defensa, y a menudo se degeneraban, terminando en batallas campales. Esto me daba miedo, ya que era demasiado claro cual era la idea del asunto. Esto se desprendía de las instalaciones de defensa para la ciudad (bloqueos de tanques de guerra) recientemente levantadas. – El hecho es que yo no tenía naturaleza de héroe.

Mis padres, como creyentes, desde el principio tenían una actitud crítica hacia el régimen, especialmente a causa del brutal antisemitismo. Ellos también, secretamente, habían tratado de ayudar a los judíos – yo lo había presenciado, y había seguido su línea de pensamiento y de fe. Por eso, también sentía rechazo hacia la Juventud de Hitler, aun cuando estaba obligado a participar.
A partir de marzo 1945 se intensificaron las reglas disciplinarias: quien faltaba tres veces al servicio de la Juventud de Hitler, sin excusa, recibía una semana de arresto juvenil en Malchov (en Meclemburgo). Esto no solamente era una amenaza, sino que era puesto en práctica. Y durante el llamado decían públicamente los nombres de los afectados, como intimidación.

Los domingos yo iba a la escuela dominical. Llamado a rendir cuentas una y otra vez por faltar todos los domingos de mañana al servicio de la Juventud de Hitler, contestaba que había ido al oficio para niños. Nadie se animaba a decir algo directamente contra eso.

De ese modo, también falté el domingo 1º de abril, al servicio de la Juventud de Hitler. Ese día, para nuestra gran alegría, nuestra madre llegó sorpresivamente de Berlín, razón por la cual, sencillamente, “me rateé” a un segundo servicio el mismo día. Durante el mismo se anunció un servicio adicional, del cual obviamente yo no sabía nada. También éste lo perdí.

Mi madre estaba llena de inquietud y temor: ¿dónde y cómo debíamos esperar el fin de la guerra? Mi padre no podía salir de Berlín a causa de la misma. Allí parecía ser un lugar demasiado peligroso para nosotros, los niños. Pero, estar separados era igualmente negativo. Al otro día, llegó inesperadamente mi padre, decidido a que los cuatro deberíamos regresar a Berlín para, por lo menos, estar juntos para el final de la guerra, ya que se debía temer una catástrofe.

Al siguiente día, repentinamente, llegó mi líder de la Juventud de Hitler, un muchacho vecino, y me susurró al oído: “¡Faltaste tres veces! Sabes lo que eso significa, ¿verdad?” Me sobrevino un terrible temor. ¡Ni siquiera a mis padres me animé a decir algo, porque ahora me esperaba una semana de arresto juvenil en Malchov! ¿Vendrían a buscarme ahora?!

Pero, todo salió bien: a la mañana siguiente salimos de viaje, con el último tren que aun podía llegar hasta Berlín. Sin saberlo, mis padres habían sido algo más rápidos que la policía.
Cincuenta años después, supe más, a través de un reportaje de la ARD: un campamento de jóvenes, arrestados en las cercanías de Malchov, jóvenes que no se habían sometido al régimen NS, cayó en manos de tropas soviéticas. Como dicho campamento era dirigido por gente de la Juventud de Hitler, o las correspondientes fuerzas políticas NS y en forma paramilitar, los rusos consideraron a los jóvenes como hombres lobos en formación (“hombres lobos” = jóvenes que luchaban como guerrilleros). Ellos pasaron de “guatemala a guatepeor”. Fueron “interrogados”: con golpizas y maltratos se les extorsionó para hacerlos “confesar” que ellos eran realmente hombres lobos.
Los enviaron en cautiverio a campamentos de trabajo. Casi ninguno de ellos sobrevivió. Y por esta razón, la posteridad no llegó a saber casi nada sobre ellos. – Imaginen lo que fue recibir un informe de este tipo, de la ARD, el 2 de mayo de 1995, “después de 50 años de silencio”. ¡Eso es lo que habría significado mi “arresto juvenil en Malchov”!
“… y en tanta miseria,
El Dios misericordioso
Abrió las alas sobre ti.”

1 Comment

  1. POR LARGOS Y DUROS AÑOS EN MI PAIS COLOMBIA, DONDE NADA PARECE SALIR BIEN,,, SU ARTICULO ME RECUERDA QUE DIOS IGUAL QUE UN GRAN MAESTRO DE AJEDREZ, PUEDE MANTENER SIEMPRE EL CONTROL DEL TABLERO AL TIEMPO QUE SE MUEVE ESTRATEGICAMENTE HACIA EL FINAL DEL PARTIDO QUE EL YA HA PREDETERMINADO, ES ASOMBROSO. GRACIAS POR PUBLICAR SU EXPERIENCIA

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