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Titulo: “El Mesías, esperanza para el futuro” (parte 1).

Autor: Hal Lindsey
Nº: PE881
Locutor: Gerardo Rodríguez

Este es un relato del milagro más grande de todos los siglos. Muestra cómo la historia de un pueblo y su Mesías fue escrita cientos de años antes de que llegara el tiempo de su cumplimiento. Pero lo más asombroso de todo es que establece la secuencia de los eventos finales, los cuales están por acontecer en nuestra época.


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“El Mesías, esperanza para el futuro” (parte 1).

Estimado amigo, en por lo menos 4000 años de historia registrada los hombres enfocaron, con diversos grados de esperanza y entusiasmo, la venida de un gran personaje, el cual había sido prometido por el Dios de Israel y que traería paz a toda la humanidad. Hace dos mil años, un hombre llamado Jesús de Nazaret surgió de las colinas de Judea para ingresar a una página oscura de la historia, proclamando ser tal Mesías. Miles creyeron en él, pero muchos otros, incluyendo a los hombres más religiosos de Israel, su propia nación, le rechazaron como si hubiese sido un fraude.

Por 200 décadas, Jesús ha sido la figura más controversial en las páginas de la literatura y de la historia. Tanto el bien más grande como la maldad más colosal, han sido hechas en su nombre. Inclusive se han tenido guerras a razón de este humilde profeta judío, a pesar de que su enseñanza moral y ética está catalogada como una de las más pacíficas y sublimes de la historia.

El “No” deja a los Hombres en una Posición Neutral

Por una razón de peso, él no es una persona hacia quien la gente mantenga una posición neutral, como en el caso de otras figuras renombradas de la historia, Abraham Lincoln o George Washington, por ejemplo. Las razones son bien evidentes. Abraham Lincoln nunca se hubiese atrevido a proclamar que él era el cumplimiento de todas las antiguas profecías judías concernientes al Mesías prometido. Pero Jesús sí lo hizo. El continuamente enfatizaba que las cosas que hacía, y las que haría aún, habían sido dichas por los profetas del Antiguo Testamento. Jesús permitió que los hombres le adoraran. A menudo le habló a la gente diciendo que sus pecados les eran perdonados. Al decir a sus seguidores que “él y el Padre en el cielo eran uno y la misma esencia”, intentaron apedrearle por blasfemo, por haber usado para sí mismo el antiguo título judío para la deidad que se encuentra en Exodo 3, “Yo Soy.”

Pienso que se puede ver claramente la razón por la cual cuanto más uno conoce de la persona de Jesús y sus enseñanzas, más difícil es permanecer neutral o en un sentimentalismo ignorante hacia él y hacia lo que él realmente enseñó. Muchas personas que no están de acuerdo con sus declaraciones de ser Dios simpatizan, sin embargo, con quienes piensan en él como un gran filósofo y humanista, como un dedicado maestro de la verdad. Pero esa ni siquiera es una opción válida. Si un hombre proclama ser Dios y no lo es, si ofrece el perdón de los pecados y no puede hacerlo, o si su declaración de ser el Mesías prometido es falsa, esta persona no es, en realidad, ni un gran maestro ni un filósofo admirable. Lo mejor que se podría decir de tal persona es que es un pobre infeliz, un tonto engañado. Lo peor que pudiera decirse de ella es que es un mentiroso y un charlatán.

Sin embargo, existe otra opción con respecto a esta proclamación mesiánica. Es posible que él fuera realmente quien decía ser, el Mesías Rey tan añorado por Israel, aquel cuya venida había sido anunciada durante cientos de años y que había sido aguardada con suma expectativa por hombres oprimidos, a través de siglos de sufrimiento y persecución.

La premisa básica de este estudio es que no sólo es “posible” que Jesús fuera el Mesías, sino que la única conclusión razonable a la que puede llegar cualquier investigación honesta y abierta que analice la evidencia histórica y bíblica, es que él es “verdaderamente” el Mesías.

Soy plenamente consciente de que esta declaración hará que mucha gente no siga adelante escuchando este programa, pero ése es el privilegio, y a la vez el riesgo, de que Dios nos haya dado una mente y un alma libre. No puedo forzar a otra persona (ni tampoco es mi deseo hacerlo) a llegar a mis mismas conclusiones con respecto a la identidad de Jesús. Pero mi integridad intelectual me constriñe a ofrecer, de la manera más crítica posible a lo largo de este estudio bíblico, el registro de la evidencia histórica y el peso de las profecías cumplidas, para mostrar por qué ninguna otra figura en toda la historia humana ha calificado, ni lo hará jamás, para ser el Mesías prometido de Dios, excepto Jesús de Nazaret. Esta verdad me emociona y me embucha a compartirloa.

Fundamento de la Convicción Histórica

Han habido cientos de hombres y mujeres a lo largo de la historia, cuya religiosidad y filosofía política inflamaron las almas de un sinnúmero de fervientes seguidores. La mayoría de estos movimientos han muerto, sepultando consigo la memoria de sus fundadores. Otros han permanecido y han conseguido una gran cantidad de seguidores devotos.

Si existen millones de personas que son devotas del judaísmo, islamismo, budismo y comunismo (por nombrar sólo algunos de los movimientos más populares del momento), ¿cómo es que los seguidores de Jesús aún insisten en que “solamente” él es digno de ser seguido y que es el único camino seguro al Dios verdadero del universo? Esto, sin lugar a dudas, o es un prejuicio extremo o, de lo contrario, es una convicción genuina basada en fundamentos que aparentan ser tan irrefutables que no dejan lugar a otra posible conclusión.

¿Dónde están esos fundamentos que sustentaron la fe que millones de personas depositaron en Jesús?

Son los mismos fundamentos que llevaron a Jesús mismo a declarar que él era el Mesías y, por lo tanto, el “único” camino a Dios el Padre. Las credenciales presentadas a sus seguidores, que verificaban que él era el Mesías, fueron las profecías cumplidas en su vida.

Credenciales Proféticas del Mesías

Las profecías en sí mismas no son algo exclusivo de la Biblia. Cientos de psíquicos y videntes religiosos han hecho predicciones del futuro a lo largo de sus vidas, y algunos han tenido cierto grado de precisión. Pero lo que es exclusivo de la Biblia es que ha sido cien por ciento precisa en “cada” profecía cumplida hasta la fecha.

Soy consciente de que ésta es una tremenda declaración y que, desafortunadamente, el espacio limitado de este estudio no me permite tomar estos cientos de profecías bíblicas y demostrar su preciso cumplimiento. Sin embargo, he seleccionado treinta y seis (habiendo más de 300) predicciones del Antiguo Testamento todas ellas relacionadas con el tema profético más importante, la promesa de un Mesías libertador. Este sería enviado por Dios para establecer su reino en la tierra, para restablecer a los judíos en su tierra, y para traer paz eterna a todos los hombres y a todas las naciones del mundo.

Este prometido de Dios fue mencionado por lo menos por veinte de los escritores del Antiguo Testamento, los cuales vivieron en diferentes tiempos de la historia y atravesaron una marcada variedad de circunstancias. Los diferentes nombres con los que fue llamado hablan de su mensaje y su ministerio. Moisés lo llamó “Siloh”, el legítimo legislador del trono de Dios (Génesis 49:10). En otro momento habló de él como de “El Profeta” que sería como Moisés mismo (Deuteronomio 18:15-19). En 1 Crónicas 17:11-15 es llamado “El Hijo de David”. Años más tarde, Isaías agrega que este 'Hijo' se sentaría en el trono de su padre David y que sería conocido como el” Rey Eterno del Trono de David” (Isaías 9:6). Jeremías se refirió a él como “el Renuevo Justo de David” y “Jehová nuestra Justicia” (Jeremías 23:5,6). El rey David le llamó el “Ungido de Jehová” en el Salmo 2:2. Uno de los títulos más conocidos del Mesías es el de Siervo del Señor, que es mencionado por Isaías (Isaías 53:11).

Hubieron muchos otros títulos para ese siervo ungido de Dios que habría de venir, los cuales eran como pinceladas, dadas a través de los primeros siglos de la historia judía, que conformaban el retrato de este gran libertador. Detalles minuciosos sobre su genealogía, su predecesor, su carácter, su carrera, su predicación, su recepción, su rechazo, su muerte, su sepultura, su resurrección y su ascensión fueron escritos con anterioridad por los profetas judíos. Sin embargo, a través de estas profecías se hacía claro que este Mesías no vendría tan sólo para la bendición de la nación de Israel sino que, como el profeta Isaías escribió, él traería justicia a todo el mundo y sería la luz y la salvación para todas las naciones gentiles, por ejemplo en Isaías 42:1 donde está escrito: 

“He aquí mi siervo, yo lo sostendré; mi escogido, en quien mi alma tiene contentamiento, he puesto sobre él mi Espíritu; él traerá justicia a las naciones”.

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