Dios Quiere Usarme
4 abril, 2013
Preguntas y Respuestas (prog. Nº 442)
4 abril, 2013
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Preguntas y Respuestas (prog. Nº 442)
4 abril, 2013

  Contestamos a la luz de la Biblia la siguiente pregunta:

  • ¿Qué pasa con la disciplina en la iglesia?
  • Los israelitas en el desierto, ¿fueron salvos? ¿Qué de los israelitas que murieron en el desierto? ¿Ellos también son salvos?

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PR441 – Preguntas & Respuestas
Algunas preguntas de los oyentes



Silvia: Jorge, ¿Qué pasa con la disciplina en la iglesia? Un amigo de nuestra misión nos dice que desde hace algún tiempo, tiene en mente un asunto que le inquieta mucho. En su congregación hay varias parejas que viven en concubinato. Ellos prefieren no colaborar para poner su vida privada en orden, y creen poder justificar su manera de vivir ante Dios, según sus propias declaraciones. En el caso de otras dos personas está en proceso el divorcio legal, pero al mismo tiempo ambos ya tienen una nueva relación. Su Pastor opina que la disciplina de la iglesia no sería el camino correcto, ya que, entonces, se perdería esa gente de la congregación. ¿Cuál es el Consejo Bíblico?

Jorge: Esta pregunta me hace recordar la situación del pueblo de Israel en el tiempo de los jueces: “Cada uno hacía lo que bien le parecía” (Jueces 21:25). Conforme a eso eran las consecuencias: Israel ya no podía prevalecer contra sus enemigos, no obtenía más victorias. Incluso, llegó al punto en que Israel cayó bajo el dominio del enemigo y tuvo que pagarle tributo. Entonces, los judíos ya no eran un testimonio ante los pueblos de los alrededores. Habían perdido su misión y, obligadamente, cayeron en una crisis respecto al sentido de sus vidas. Lamentablemente, estos acontecimientos también los vemos en nuestra cristiandad actual. ¿Cuántas iglesias habrá, donde la proclamación y la puesta en práctica de la Palabra de Dios ya escasean? Por esta razón, hoy en día muchos cristianos ya no tienen victoria en la vida diaria. Como consecuencia de las derrotas, ellos rinden más y más sus armas y se resignan a creer: “¡Ya nada tiene sentido!” Las consecuencias de esto sobre el matrimonio, la familia, y el testimonio de fe, son desastrosas.

Para poder luchar en contra de esta tendencia aterradora, en nuestra iglesia tratamos de poner en práctica los siguientes puntos:

  • 1. Predicamos toda la Palabra de Dios, sin quitar nada, comenzando desde Génesis 1 hasta Apocalipsis 22. Consideramos a las Sagradas Escrituras como el texto original de la Palabra de Dios literalmente inspirado. Esta Palabra es válida por la eternidad, es inalterable, es una medida absoluta, y compromete nuestra vida entera. Es a esta Palabra de Dios que nosotros nos tenemos que adaptar, ¡y no al revés! Deseamos predicarla con un Espíritu ardiente, en todo su contenido, con santa seriedad y entrañable amor. ¡Porque lo que Dios dice en Su Santa Escritura es: “Que prediques la palabra; que instes a tiempo y fuera de tiempo; redarguye, reprende, exhorta con toda paciencia y doctrina” (2 Ti. 4:2)!
  • 2. Tratamos de vivir en una comunión activa. Por eso, tenemos reuniones de oración, diversos coros, un gran trabajo con jóvenes, y posibilidades para el tiempo libre, como, por ejemplo, una pequeña plaza de deportes propia; y realizamos días especiales para la congregación. – Porque también debe hacerse visible en nuestra vida que somos cristianos. Como pecadores perdonados somos salvos, y deberíamos practicar una entrañable comunión entre nosotros. “En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tuviereis amor los unos con los otros” (Jn 13:35).
  • 3. Nosotros oramos – juntos y a solas. ¡Sin oración nada es posible! Es más, consideramos la reunión de oración como el asunto más importante de nuestra congregación y del trabajo misionero, como el verdadero motor de nuestro barco de la fe. “También les refirió Jesús una parábola sobre la necesidad de orar siempre, y no desmayar” (Lc. 18:1).
  • 4. Juntos también partimos el pan una vez al mes. Durante la Cena del Señor hacemos memoria del acontecimiento central que nos es común – lo sucedido en la Cruz del Gólgota –, ¡lo que Jesucristo hizo allí por nosotros! Él pagó por nuestros pecados. Nos redimió. Derramó Su sangre preciosa por nosotros y perdonó todos nuestros pecados. Nos dio una esperanza común y paz con Dios. Él hizo esto independientemente de nuestro pasado, edad o género. Seamos pobres o ricos, educados o no, estemos en buena posición social o desocupados, igualmente somos uno en Jesucristo. Él es el centro. ¡Solamente a Él le corresponde todo honor!
  • 5. Finalmente, también practicamos – y con esto llegamos a Su pregunta – una activa disciplina congregacional. Esto sucede en casos como los que usted describe, pero con la única meta de ganar nuevamente a las personas falibles para Jesucristo. La disciplina de la iglesia no es para señalar a los que han fallado, sino para ayudar y corregir. El proceso es el siguiente: los ancianos de la iglesia primeramente hablan con las personas en cuestión y buscan un diálogo personal con ellos. Si esa persona está dispuesta a reconocer su error, a confesarlo a Dios, a dejarlo y a cambiar su estilo de vida con la ayuda de Dios, entonces podemos seguir juntos en el camino de Jesús. Pero si la persona en cuestión no está dispuesta a eso, entonces como última posibilidad, después de agotar todos los demás recursos, puede llegarse a la decisión de que esa persona ya no pueda concurrir a la congregación.

Estos puntos tratamos de ponerlos en práctica, a pesar de toda nuestra debilidad humana, en nuestra iglesia. Hay que tener en cuenta que, al hacerlo, nuestra congregación no se ha achicado a causa de eso sino que, incluso, ha crecido, y se ha confirmado lo que Jesucristo dijo: “Y yo también te digo, que tú eres Pedro, y sobre esta roca edificaré mi iglesia; y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella” (Mt. 16:18). Dios construye Su iglesia. Él pide nuestra colaboración, pero en base a las reglas y directivas que Él nos ha indicado. ¡De otro modo no podemos esperar Su bendición!


Rodrigo: Para ir terminando Jorge, y cambiando de tema: En cuanto a los israelitas en el desierto, ¿fueron salvos? ¿Qué de los israelitas que murieron en el desierto? ¿Ellos también son salvos?

Jorge: En principio debemos diferenciar entre el Antiguo y el Nuevo Testamento. En el Nuevo Testamento es justificado aquel que en su vida ha dicho “sí” a Jesucristo, ha nacido de nuevo y tiene una relación personal con Jesús. La Biblia nos dice: “El que cree en el Hijo tiene vida eterna; pero el que rehúsa creer en el Hijo no verá la vida, sino que la ira de Dios está sobre él” (Jn 3:36).

No obstante, en el Antiguo Testamento había muchos justos, incluso fuera de Israel, por ejemplo, Melquisedec, Job y muchos más. Todos ellos tenían su esperanza puesta en el Dios único y añoraban el día en que Él se revelaría en Cristo Jesús. Y aunque no llegaron a vivir Su revelación, ellos fallecieron en esta esperanza y por consiguiente fueron salvos.

Con respecto a su pregunta: Debemos recordar bien cuál era el llamado de Israel. Era terrenal. Se refería a un reino terrenal, a un rey terrenal y a un dominio terrenal. Para eso fue llamado Israel, para hacer valer el derecho de Dios a ejercer Su dominio sobre esta tierra. El hecho es que Israel es el instrumento para la manifestación del gobierno y del Reino de Dios, que traerá derecho, justicia, verdad y paz a esta tierra. Esto, sin embargo, recién será realidad cuando el Mesías tome posesión de Su dominio.
Lamentablemente, la tierra de Canaán a menudo es alegorizada y aplicada al cielo.

¡Esto no es correcto! Canaán es la tierra que Dios le prometió a Israel, y donde Dios quiere comenzar y comenzará Su dominio terrenal. Creo que es peligroso ver a Canaán como alegoría del cielo o de la vida en el Espíritu, pues ¿no faltaría de esta manera lo más importante, que es Jesucristo? ¿Puede existir una vida en el Espíritu sin Él?

Con eso regreso a su pregunta: ¿Dónde están todos aquellos que murieron en el desierto? Estoy convencido de que a muchos de los que murieron en el desierto los volveremos a ver en el cielo. Es decir, a todos aquellos que aún en el desierto pusieron su esperanza en el Dios que se les reveló en el Sinaí. En todo, y a pesar de su debilidad, confiaron en Él (aún tropezando de vez en cuando) y mismo así buscaban reconciliación a través de la sangre de un cordero. Sí, estuvieron entre aquellos que elevaron sus miradas llenas de fe a la serpiente levantada en el desierto. ¡A éstos los volveremos a ver en el cielo!

Espero que hayan disfrutado de este programa. Nos encontramos, Dios mediante, en el próximo.

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